HIPPIE

Nacido en Río de Janeiro en 1947, Paulo Coelho ha tenido una biografía accidentada hasta que consiguió dedicarse al periodismo y la literatura y convertirse en uno de los escritores más leídos en todo el mundo, con más de 225 millones de novelas vendidas en 171 países. Muchas de sus obras se inspiran en algunos de estos sucesos biográficos, como es el caso de su última novela Hippie, en la que convierte en literatura una parte de su vida. Como se cuenta en ella, Coelho se trasladó de Brasil a Ámsterdam, uno de los destinos en ese momento de los hippies europeos. Desde Ámsterdam, convencido por Karla, una holandesa que conoce allí, emprende un largo viaje en autobús con otros hippies con el objetivo de llegar a Nepal. Sin embargo, Coelho abandonó el viaje en Estambul, al haber encontrado en ese lugar lo que él buscaba.
Contada en tercera persona, el relato se centra en Coelho, en Karla y en las personas que se encuentra a lo largo de esta aventura. Primero se destaca el viaje a Ámsterdam en tren, en el que el autor brasileño recuerda otros episodios de su biografía, como cuando fue detenido en Brasil acusado de comunista y terrorista. En Ámsterdam vive diferentes experiencias relacionadas con el movimiento hippie, como su fascinación por las religiones alternativas (como los Hare Krishna), el sexo libre y el uso de las drogas, desde el LSD a la más radical de todas, la heroína. El resto de la novela es el relato de las peripecias del viaje hasta Estambul, hasta que Coelho entra en contacto con un maestro sufista, lo que le lleva a tomar la decisión de interrumpir su viaje.
Como en otros textos del autor, la novela se convierte en el deseo de encontrar un sentido espiritual a la existencia. Los personajes acaban siendo hippies como rechazo a lo establecido y con el deseo de que sus almas y sus cuerpos encuentren la paz y la tranquilidad. Pero Coelho busca algo más. Y como también suele ser habitual en sus obras, hay un cóctel sincrético de ideas que transmiten una espiritualidad difusa en la que, sin formas claras, se ven ecos del cristianismo y de las religiones orientales. La moda en esos años era lo oriental y panteísta.
La novela tiene varios problemas serios de credibilidad. Por un lado, su calidad literaria es bastante pobre; los personajes funcionan como peleles que repiten mensajitos y dudas existenciales sin que en ningún momento parezcan de carne y hueso; su estilo se basa en una aplastante sencillez, sin grandeza, con un pobre esquematismo. Coelho no brilla ni en las descripciones ni en el análisis de los personajes. Y en segundo lugar, para él lo más importante pues su fama como escritor se basa en este ingrediente, los contenidos espirituales son muy superficiales, aunque cuente las cosas como si estuviesen en juego grandes ideas y mensajes trascendentales. Su filosofía es epidérmica y aparente; sus frases, banales; sus sentencias, cursis y almibaradas; su idea de la religión, blanda y en la órbita del New Age.
A esto hay que sumar un tono didáctico empalagoso y una moralina ambigua de cartón piedra, con constantes frases de este tipo: “¿Qué es amar? El permitirlo todo. No pensar en el amanecer, ni en bosques encantados, no luchar contra la corriente, es dejarse poseer por la alegría (…). Es seguir siendo libre, para que la persona que está a nuestro lado no se sienta jamás esclavizada. Es algo tranquilo, sereno, diría que incluso solitario. Sólo amar por amar, sin ninguna otra razón como el matrimonio, los hijos, el dinero, cosas por el estilo”. O esa otra frase que le dice un Hare Krishan en Ámsterdam: “Tenemos un alma colectiva y cada gota de luz de esta alma contagia los puntos oscuros a su alrededor”. O la definición que un personaje da al protagonista de la “realidad paralela”: “porque, al menos durante una fracción de segundo, entraste en el alma del universo y disfrutaste del néctar de los dioses”. Y así toda la novela.

TROA