LOS SIETE CAVERNÍCOLAS. 2: CONTRA LAS PINTURAS DEL DIABLO

Cromi, un niño de la Edad de Piedra, de raza Cromagnon que vive en la cueva de Altamira (Santander) y su pandilla de amigos, Baba, Orgulia, Ululú, Roco y Kakatúo, quieren imitar a sus padres, que dibujan sus rostros con trazos rojos antes de salir a cazar porque, según el brujo del poblado, esa pintura es mágica y les garantiza buenas presas a la vez que les libra de la muerte. Para conseguir este pigmento deberán engañar al brujo, que lo guarda celosamente en su cueva y afirma que lo obtiene de su amigo el diablo. Cromi consigue distraerlo y apoderarse de la porción que guarda ya preparada en un cuenco. Los miembros de la pandilla se colorea a su manera pero un diluvio imprevisto vuelve a dejarles las caras limpias. Sin embargo, Neandi, una niña que pertenece a otra tribu, la de los Neandertales, y que es muy amiga de Cromi, les explica de qué roca saca el hechicero el polvo colorante, sin ninguna intervención diabólica, y les ofrece la ayuda de su oso domesticado para que con sus largas uñas rasque todo el polvo que necesiten. Muy contentos con el hallazgo, los niños vuelven a su cueva y ya que no han logrado cazar un bisonte, al menos la pequeña y tímida Baba puede pintar en la pared uno, coloreado en rojo, y todos los demás dejar huellas de sus manos alrededor de su figura. La historia, segunda de una serie titulada “Los siete Cavernícolas”, refleja en tono humorístico algunas escenas de la vida de estos primitivos pobladores de las tierras de Cantabria. Las autoras, antropóloga una de ellas y escritora la otra, logran integrar elementos de divulgación cultural en una aventura concebida con imaginación y escrita con estilo sencillo.

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