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cializado-, cortará tajantemente, y sólo así será eficaz: porque
al haberle labrado un solo filo -el de la especialización-, el
intelecto poseerá la “capacidad ofensiva” necesaria para
afrontar con seriedad y en profundidad las cuestiones que la
ciencia plantea.
La lectura como acompañante permanente en el
proceso de socialización de la personalidad.
La lectura ayuda a desarrollar la capacidad crítica, en tanto
en cuanto estimula nuestras facultades intelectuales. De ahí
que cuanto más se recurre a la lectura, menos sometido se
está a cualquier tipo de manipulación, en especial a la de los
medios de comunicación y, muy en particular, a la que la
televisión trata de ejercer sobre sus espectadores habituales.
Convengamos, pues, en que para convivir en un mundo
plagado de mensajes audiovisuales es necesario propiciar
una educación que ascienda de las sensaciones a la lógica;
porque sólo así dejarán de conmovernos tantas trivialidades
que ofenden a la inteligencia y nos degradan como perso-
nas.
Por otra parte, la lectura favorece la creación del necesario
ambiente de tolerancia que hace más fácil nuestra convi-
vencia y contribuye a mejorar nuestras relaciones sociales.
Porque el secreto de una vida socialmente pacífica reside en
la tolerancia bien entendida: respetando las ideas, prácticas
o creencias de los demás cuando son diferentes o contrarias
a las nuestras; pero no consintiendo algo que no se tiene por
lícito, sin aprobarlo expresamente.
La armonía de la convivencia parte del diálogo fructífero; y
para que este se produzca es necesario saber escuchar con
la atención debida. La palabra poética de Antonio Machado
es, en este sentido, concluyente:
“Para dialogar,
preguntad primero;
después ... escuchad”.
El desarrollo de la sensibilidad a través de la lectura.
Especial relevancia tiene la lectura para estimular el goce
estético. En el ámbito de la Literatura, por ejemplo, se cuen-
tan por miles las obras que reúnen aquel mínimo de calida-
des lingüísticas y literarias que las hacen aptas para favore-
cer, además de un dominio cada vez mayor del idioma por
parte de sus lectores, un progresivo desarrollo de sus capaci-
dades estéticas. Y ya que de Literatura hablamos, abogamos
por una justa combinación de la lectura de las grandes obras
de autores consagrados de la
literatura intemporal
-lectura
guiada por los profesores, en el ámbito escolar, para asegurar
una comprensión más satisfactoria- con la de obras propias
de la literatura juvenil actual, capaces -por su temática y
lenguaje- de intensificar el placer de leer y de implicar al
lector en dichas obras [9]; y, de esta manera, la lectura de
obras de "literatura para adolescentes", más que un fin en sí
misma, se convertiría en un medio para acceder al conoci-
miento y disfrute de esa“otra” literatura que cualquier perso-
na medianamente instruida debería saber apreciar. Porque,
en definitiva, los textos literarios -la buena Literatura, se
entiende- cuentan con indiscutibles valores recreativos,
artísticos y formativos que permiten el enriquecimiento de
las vivencias personales, la estimulación de la sensibilidad -lo
que implica despertar el interés por la dimensión estética
de tales textos-, y, sobre todo, el fomento de actitudes
favorables hacia la lectura que, sin duda, habrán de contri-
buir a una
formación integral como personas.
La poesía, por ejemplo, puede seguir siendo esa "arma
cargada de futuro expansivo / con que te apunto al pecho",
que proclama Gabriel Celaya en sus versos; porque, como
decía esa otra voz poética -también de extraordinaria huma-
nidad-, Gloria Fuertes, un libro en manos de un niño es el
mejor medio para evitar que, de mayor, empuñe una navaja;
esa Gloria Fuertes cuyos poemas -dulces o amargos- reflejan
su capacidad de amor hacia todo cuanto le rodeaba, y su
compromiso en favor de la construcción de un mundo más
justo y solidario, más culto y más libre.
A FONDO
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