Selección Literaria - nº 53 - page 16

LITERATURA Y VALORES HUMANOS, de Sánchez
Adalid. Novela ganadora del Premio Troa Libros con
valores.
Hoy he recibido un anuncio que me ha hecho feliz: el
jurado del III Premio Troa “Libros con valores” ha decidido
premiar mi última novela titulada
Treinta doblones de oro
.
Según rezan las bases, dicho galardón “tiene como objeti-
vo destacar una novela publicada por primera vez en caste-
llano en 2013 por un autor español que, además de ser
ejemplo de buena literatura, ensalce y fomente valores que
contribuyan al enriquecimiento personal”.
Cuando hablamos de valor, generalmente nos referimos a
todo aquellos bienes, ya seanmateriales o espirituales, que
permiten al hombre realizarse de alguna manera. Hay
valores físicos, como el afecto y la salud, y valores económi-
cos, como el poseer una existencia con unmínimo de bien-
estar y satisfacer las necesidades básicas. El valor se identi-
fica con lo bueno, con lo perfecto o con lo valioso; mientras
que el mal es la carencia o la ausencia de bien.
Valor humano es aquello que hace buenas a las cosas,
aquello por lo que las apreciamos, por lo que son dignas de
nuestra atención y deseo; y se llama “humano” porque
perfecciona al hombre en cuanto a ser hombre, en su liber-
tad y en su razón. Se podrá tener buena o mala salud, más
o menos cultura, por ejemplo, pero esto no afecta directa-
mente al ser hombre. Sin embargo, el uso de la violencia,
mentir o cometer un fraude, degradan al ser humano, lo
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AUTORES
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TROA
L
os autores ganadores
deshumanizan. Por el contrario, las acciones buenas, como
buscar la justicia, ser honesto, vivir la verdad, te lleva a
construirte, a hacerte más humano.
El hombre podrá apreciar los valores si es educado en
ellos. Y educar en los valores humanos es difundir la
convicción razonada y firme de que algo es bueno o malo
y de que nos conviene más o menos.
Recuerdo que, cuando era niño, la lectura de cuentos y
narraciones infantiles me abrió a mundos de imaginación
que no he olvidado. Después las narraciones bíblicas me
descubrieron experiencias humanas y horizontes de vida
amplísimos. Aquel relato de Don Quijote y Sancho, las
obras de los grandes autores, Tirso de Molina, Lope,
Shakespeare, Dostoievski, Goethe, Flaubert, Pérez
Galdós..., me ayudaron a salir del plano de la vida cotidiana
para penetrar mágicamente en la trama de otras vidas. Y
sentir que esa trama no se reduce a una mera cadena de
hechos, sino que es todo un tejido enlazado merced a una
lógica interna, que puede ser constructiva o destructiva.
En obras literarias de calidad se hallan a menudo intuicio-
nes filosóficas y éticas relevantes. Así sucede en los escritos
de Goethe, Tolstoi, Dostoievsky, Rilke, Hölderlin, Proust,
Antonio Machado…
En mi caso, el propósito de mis novelas no consiste en
reproducir y narrar hechos únicamente, sino en plasmar
ámbitos de vida y revelar el sentido que los articula.
Porque creo que la literatura puede clarificar aspectos de
la realidad que se escapan a una visión superficial y crear
un campo privilegiado para iluminar lo que nos sucede. La
literatura ha de ser tomada pues absolutamente en serio
para ayudar a comprender la vida humana en todas sus
vertientes: la personal y la comunitaria, la ética y la religio-
sa.
Con ese ideario nació esta novela, Treinta doblones de oro,
que recupera una historia apasionante y tristemente
olvidada por los españoles: la de la imagen universalmen-
te conocida como “Jesús de Medinaceli”, pero cuyo verda-
dero nombre es “Jesús Cautivo y Rescatado”; aquella que
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