TILLY DUC. EL SECRETO DE LA CASA DE LOS TEJADOS AZULES

Las tres odiosas hijas de Clotilde Duc están dispuestas a todo con tal de arrebatar a su sobrina Tilly la Casa de los Tejados Azules, que la pequeña acaba de heredar de su abuela. Mientras se dilucida su futuro, Tilly es trasladada a un moderno orfanato donde, gracias a sus conocimientos de horticultura y al joven Mathias, consigue vencer la resistencia de Beatrice y del resto de los huérfanos, que se niegan a dirigirle la palabra. Durante el funeral de su abuela, Tilly descubre que posee un poder excepcional: es capaz de ver y comunicarse con los fantasmas de los muertos; y, entre otros, con el de su propia abuela, de quien recibe dos importantes revelaciones: por un lado, su pertenencia a la antigua estirpe de las Magistraflori o “casacultoras”, mujeres cuyo amor a las plantas y cuyos conocimientos han quedado recogidos a lo largo de generaciones en los Diarios Floridos; y, en segundo lugar, el misterio que esconde la Casa de los Tejados Azules, que resulta ser un árbol nacido de la semilla “Domusárbor” y contiene una Energía universal capaz de atraer a los fantasmas de los muertos y desviarlos de su camino hacia el más allá. La misión de Tilly consiste en guiar a los espectros que residen en la Casa hacia su destino final y en vencer a su principal enemigo, el Magisternocti, decidido a difundir la ira y la violencia a través de los árboles muertos y de las plantas oscuras. A él tendrá que enfrentarse Tilly en un primer combate del que logra salir victoriosa con la ayuda de Mathias, quien esconde más de un secreto…
El mundo fantástico que rodea a Tilly, poblado de espectros y seres malvados, está descrito en términos de misteriosas energías —positivas y negativas— que recorren la naturaleza y remiten a cierto planteamiento “new age”; un mundo un tanto confuso y de líneas poco definidas. La autora peca quizá de un exceso de imaginación que le impide dotar de unidad a la trama y sintetizar la información. Por otra parte, en las escenas potencialmente provistas de mayores dosis de intriga, las abundantes descripciones ralentizan el ritmo del relato y desvían la atención del lector de la acción.
Es una lástima que no se saque más jugo a personajes secundarios bien retratados como las tías de Tilly, que desaparecen del libro a partir del cuarto capítulo; a Dom y Augusto, los encargados del orfanato; o a los fantasmas de las Magistraflori y los espectros que ocupan las habitaciones de la Casa Árbol, de cuyos diálogos cabe destacar su particular sentido del humor. Aunque es posible que lo que en esta primera entrega de la serie apenas aparece esbozado tenga un recorrido más amplio en los volúmenes siguientes.

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