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Los escritores debemos estar profundamente agradeci-
dos al grupo de
librerías TROA
, y yo un poco más. En
TROA no sólo se venden libros, sino que se aconseja al
lector sobre lo que más le conviene leer, y cuando uno de
esos libros recomendado es el nuestro, lo mantienen en
venta durante largo tiempo, algo muy de agradecer en
estos tiempos en los que los libreros devuelven los libros
cuando no se han convertido en un éxito en veinticuatro
horas. Maravilloso.
Y yo un poco más agradecido porque me acaban de
conceder
el
Premio Literario TROA
, de
“libros con
valores”
, por una novela mía. Pero no por una cualquie-
ra, de las setenta y dos que llevo escritas, sino por la más
querida por mí, por
La niña del arrozal
.
¿Y por qué es la más querida?
Porque llevo diez años
luchando contra el drama de la prostitución infantil en
Tailandia -más de 50.000 prostitutas menores de edad
sólo en Bangkok- como presidente y fundador de Somos
Uno, que es una ONG familiar y artesanal, ya que mi
mujer es la vicepresidenta y mis hijos los consejeros, y
hemos conseguido haber salvado de ese drama a más de
mil niñas, ciento y pico de ellas ya en la Universidad. Que
una niña de los arrozales del norte del país, o de la fronte-
ra con Camboya, lo más ínfimo de la sociedad tailandesa,
entre en la Universidad es cambiar el mundo, aunque sea
poco a poco. Esto último lo dice el misionero jesuita
Alfonso de Juan, mi socio y un hermano para mí, que es
quien se ocupa de esa ingente labor en Tailandia, con la
ayuda de un grupo de voluntarios, entre los que destaca
Rasami Krisanamis, - una hija más, ya , para mí- budista,
hispanista y traductora de mis libros al tailandés.
El padre Alfonso llevaba años animándome a escribir una
novela que reflejara ese drama, sin estridencias ni
morbosidades, pero que ayudara a abrir los ojos al
mundo de la iniquidad que se perpetra en algunos de los
países más desfavorecidos. Pasaron años sin que me
atreviera a acometer el empeño. Yo, un europeo, ¿cómo
me iba a meter en el alma de una joven tailandesa conde-
nada a la prostitución? Pero el año pasado, con la ayuda
de padre Alfonso, y la experiencia de miles de niñas que
habían pasado por mi vida, acabé metiéndome en el
alma de Wichi, una adolescente de doce años, inteligen-
AUTORES
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TROA
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te, alegre, que vive feliz hasta que pierde a sus padres, y
pasa a depender de una abuela, sin escrúpulos, que sólo
ve en su nieta una fuente de ingresos, empleándola en la
industria del sexo, según expresión habitual en Tailandia.
La historia de Wichi podía ser la de cualquiera de nues-
tras niñas becarias, arrastradas por un principio de
maldad hacia su destrucción que, por fortuna, en ocasio-
nes no se consuma gracias a la buena gente que hay por
el mundo adelante. YWichi tiene la suerte de toparse con
esa buena gente.
¿Cómo no alegrarme, y dar las gracias de todo corazón a
TROA fundación, por ayudar a que ese drama sea un
poco más conocido, y poco a poco, como dice padre
Alfonso, vayamos cambiando el mundo, por lo menos el
mundo que está a nuestro alcance?
José Luis Olaizola
La niña del arrozal
Martínez Roca
254 págs. 18,90 €
Wichi es una inteligente adolescente tailandesa
que vive con su familia. Cuando su madre muere
y abandonada por su padre, la niña queda bajo la
tutela de su abuela, que pretende lucrarse de su
nieta introduciéndola en las redes de prostitución.
Gracias a la ayuda de su criada Siri, Wichi logra
huir, y comienza una aventura para tratar de esca-
par de las mafias que proliferan por el país. En el
camino se encuentra con personas buenas y gene-
rosas que le ayudan de manera desinteresada.