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“En la primera mitad del siglo tuvieron

lugar las guerras de religión. Las Paces de

Westfalia pusieron fin a la guerra de los

Treinta años y certificaron la división

espiritual del continente: en las zonas

católicas se propagó una espiritualidad

influida por el fervor religioso de la Contrarre-

forma. En las regiones protestantes, por el

contrario, la religiosidad pasó a la esfera

privada”.

El párrafo anterior afirma que la

división religiosa en Europa tiene como

consecuencia que en las zonas protestantes

la religión pasa a ser un asunto privado, esto

es, no significativo desde el punto de vista

social y político. Porque lo privado es lo que

atañe al ámbito doméstico, aquella parte de

la vida que no afecta al cuerpo social y por lo

tanto no genera Derecho ni tiene consecuen-

cias políticas. Este organigrama mental es el

habitual en la autorepresentación de los

europeos tanto católicos como protestantes,

por más que es completamente inconsisten-

te si lo contrastamos con los hechos y que ni

siquiera cueste mucho demostrar que es

falso. Precisamente es en los territorios

protestantes donde cada iglesia se transfor-

ma en la religión del estado y por lo tanto en

el vehículo de cohesión social necesario.

Los distintos cuerpos legales encami-

nados a garantizar la necesaria uniformidad

religiosa en cada territorio protestante se

encuadernan por tomos. Los príncipes se

trasforman en las cabezas visibles de sus

iglesias. Y la lealtad a esa iglesia es la lealtad

a ese príncipe, que es la encarnación de ese

estado. Las disposiciones legales y, por lo

tanto, sociales, esto es, en absoluto privadas,

en torno a la obligatoriedad política (no

privada) del Anglicanismo se articulan en

tres cuerpos legales diferentes: Penal Laws,

Test Acts y Acts of Uniformity. La iglesia de

Noruega es una iglesia estatal financiada por

el erario público y el rey ha sido también su

máxima autoridad hasta la Enmienda de

2012. Afirmar que el protestantismo traslada

la religión a la esfera privada es simple y

llanamente disparatado. En los territorios

protestantes el delito de disidencia religiosa

deja de serlo para transformarse en delito

de lesa patria. No así en los territorios

católicos donde la iglesia nunca ha sido

propiedad ni del príncipe ni de estado, y la

religión siguió siendo asunto de la religión.

Por lo tanto, nada más lejos de la verdad que

esa afirmación que leemos en nuestro libro

de texto. Y que nuestros alumnos jóvenes

creen, afectando irremediablemente a la

noción que tienen de sí mismo y de su país.

Este es un planteamiento que nace del

anticatolicismo y la hispanofobia, según el

cual, son los católicos -y entre ellos, ocupan-

do el lugar de nación defensora del catolicis-

mo por antonomasia: los españoles- los que

siguieron “atrapados” social y políticamente

por su religión, mientras que el protestantis-

mo vino a liberar a una parte de Europa

(menos mal, si no ¿qué habría sido de todos

nosotros?) haciendo posible la libertad y la

prosperidad. Como se ve, este decorado no

resiste dos minutos la confrontación con la

realidad y con el pensamiento racional más

allá de los prejuicios.

Si

ruela | 26,00 €

A FONDO

SL