Selección Literaria 65 - page 50

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TROA
L
a mayoría de los titulares de las informaciones
sobre el libro que nos ocupa giraban en torno a la siguiente
afirmación: “El papa emérito rompe su silencio”.
Benedicto
XVI
, una vez que hizo pública su renuncia y se retiró a su
peculiar forma de vida en el monasterio “Mater Ecclesiae”,
había tenido alguna intervención esporádica, principalmen-
te en el marco de acciones litúrgicas, pero no nos había
sorprendido con una publicación de esta trascendencia.
Quizá su
Jesús de Nazaret
, su última gran obra, lo llenada
todo, o casi todo. Sin embargo, ha vuelto. Quizá como un
movimiento espejo para no pocos creyentes que siguen
enganchados a sus escritos y continúan recurriendo a su
magisterio teológico, espiritual e intelectual.
Ha vuelto, porque no se ha ido. Ha vuelto de la
mano de su periodista entrevistador de cabecera,
Peter
Seewald
, con quien publicó tres libros anteriores con el
mismo formato:
La sal de la tierra
(1996),
Dios y el mundo
(2002) y, ya como papa,
Luz del mundo
(2010). Ahora nos
llegan estas
Últimas conversaciones
. Si
La sal de la tierra
quería ser una respuesta a los argumentos que pretendían
deslegitimar la fe desde fuera,
Dios y el mundo
, un repaso a
la propuesta de fe católica, y
Luz del mundo
, un aviso para
navegantes sobre las tentaciones en el interior del
cristianismo, ahora estas conversaciones se colocan, por
una parte, en paralelo a su autobiografía, que quedó
inconclusa -acaba cuando fue elegido prefecto de la
Congregación para la Doctrina de la fe-, y el balance
interpretativo de estos apasionantes años de cambio de
paradigma también en el pontificado.
Son muchas las respuestas del Papa emérito que
habría que reproducir en esta presentación de esta delicia
para la inteligencia y para el espíritu. Cada uno de sus
capítulos es una lección de sabiduría espiritual y humana.
La primera parte dedicada a su momento actual, a su
“mundo vida”, y a la renuncia, causas, motivos, consecuen-
cias, son una auténtica pedagogía de equilibrio interior y
exterior y un testimonio de fe profunda en el “buen Dios”,
expresión que se repite en el libro y que contiene una
La libertad del
Papa emérito
carga de intimidad con la Providencia amorosa que
sorprende.
Si bien el cuerpo central del libro es una glosa
añadida a la citada autobiografía
Mi vida
, los últimos
capítulos oscilan entre un balance sereno de su pontificado
y un análisis de la vitalidad actual de la Iglesia en forma de
cierre categorial. Se podría decir, un último movimiento
orquestal que produce en el lector el deseo de comenzar
de nuevo la lectura por si acaso se ha perdido algo en
primera instancia.
Hay respuestas, directas, sencillas, unas firmes,
otras reflexivas, algunas irónicas, que en sí mismo son un
tratado. “Si un papa no recibiera más que aplausos, tendría
que preocuparse qué es lo que no está haciendo bien”. “Lo
importante no es le juicio de los periodistas, sino el juicio
del buen Dios”. “Muchos agradecen que ahora el nuevo
papa se dirija a ellos con un nuevo estilo”. “El ministerio
papal no ha perdido nada de su grandeza, aunque quizá se
haya hecho más patente la humanidad de su ministerio”.
“En la Iglesia se respira una nueva frescura, una nueva
alegría, un nuevo carisma que llega a las personas; y, todo
eso es, sin duda, algo hermoso”. “El verdadero problema en
este momento de la historia es que Dios ha desaparecido
del horizonte de los hombres”. Y así podríamos seguir
líneas y líneas.
“Un libro extraordinario por muchas razones –dijo
el vaticanista
Luigi Accattoli
, del Corriere della Sera– no
solo porque nunca se había visto un Papa que hace
balance de su pontificado, sino también por la extraordina-
ria libertad con la que
Benedicto XVI
habla de su sucesor y
se compara con él, reconoce sus propios límites y defiende
el trabajo realizado, negando haber padecido presiones
para que renunciase y explicando que disolvió un grupo
gay que existía en el Vaticano”. Cuando hablamos de la
“libertad” de palabra de un Papa, solemos pensar el
Papa
Francisco
. Pero ahora también pensaremos en el
Papa
emérito Benedicto
.
Pensar
José Francisco Serrano Oceja
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