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A FONDO

SL

TROA 29

imaginación mucho más. ¿A dónde puede

llevar la ingeniería genética? Se piensa

en la curación de enfermedades, pero

también en potenciar los rasgos humanos

a través de la intervención en sus genes,

incluso desde su concepción. Y llega a pen-

sarse asimismo en la inmortalidad.

Podría decirse que la ciencia

ficción ha proliferado en el cine más que

en la literatura. Es cierto, pero la industria

del cine, ávida de guiones, recurre a la lite-

ratura como fuente de inspiración. No fal-

tan en la pantalla viejos conocidos, como

el Frankenstein verde de cabeza plana, o

el Doctor Moreau. Pero se recurre sobre

todo a guiones más actuales. En algunos

casos, el novelista mismo escribe el guión,

o surgen guionistas especializados, poco

conocidos para el gran público. En otros

casos, la novela es lo primero, y hay obras

de calidad, aunque autores como Morgan

o Cherryh no hayan todavía conseguido la

fama que tenía un Asimov.

Con un decorado diferente y más

sofisticado, el caso es que se repite lo que

sucedió con Wells. Frente a una comunidad

científica y unos medios de comunicación

que piensan que estamos cerca de conse-

guir la llave de la vida, la superación del

hombre –hasta el punto de que la especie

humana llegue a ser algo del pasado-, y la

consecución de un mundo feliz, la produc-

ción artística vuelve a ser la indeseada voz

crítica.

Casi todas las obras, sobre el

papel o en imagen, alertan de las posi-

bilidades de un mal uso de los nuevos

conocimientos científicos. Lo hacen en

dos sentidos principalmente. El primero

es el ya conocido de la producción de

monstruos y extraños seres perversos. El

segundo es que el dominio de la conducta

humana a través de la intervención en sus

genes quizás consiga un mundo técnica-

mente perfecto, pero no feliz, por la falta

de lo más específicamente humano: la

libertad. En ambos casos lo criticado no

es la ciencia en sí, sino la pretensión de

ser los nuevos Prometeos, y las terribles

consecuencias que puede tener por parte

del hombre jugar a ser Dios.

La ficción presta aquí un gran

servicio a la realidad. Se puede entender

bien que los avances científicos deslum-

bren –siempre lo han hecho- y se llegue a

pensar que es ciencia lo que no son más

que utopías fantásticas. Se puede enten-

der que ante una promesa de felicidad o

de inmortalidad se rechace cualquier cosa

que ponga freno al avance técnico. Pero

esa actitud esconde varias mentiras. Una

es que podamos construir una naturaleza

alternativa. Otra, no menos importante,

es que el ser humano se reduzca a pura

genética. Como señala la conclusión de la

película Gattaca, “no hay un gen para el

espíritu humano”. La tercera, que testimo-

nia la historia humana, es que la ciencia se

puede utilizar para hacer el bien, o para

hacer el mal: necesita la ética.

Podemos así concluir que la

ciencia ficción, aunque no carezca a veces

de desenfoques en su visión del hombre,

presta un buen servicio a la sociedad

porque incluye una gran verdad, muy ne-

cesaria en este mundo. No es una verdad

científica, pero en ello no hay engaño: ya

se dice desde el principio que es ficción. Es

una verdad de otro orden, es una verdad

ética.