AGUACERO

Aguacero es una novela de intriga cuya acción transcurre durante los primeros meses del año 1955 en una pequeña localidad de la sierra madrileña, donde se llevan a cabo las obras para la construcción de un pantano destinado a generar energía eléctrica.
Al inspector del Cuerpo Nacional de Policía Ernesto Trevejo se le encarga desplazarse al pueblo serrano con el fin de colaborar con la Guardia Civil en la investigación de una serie de crímenes de los que han sido víctimas además de una pareja del citado Instituto, el alcalde del pueblo y su mujer. Llegado al lugar de los hechos, Trevejo percibe la hostilidad del capitán al mando y del resto de los subalternos, que se consideraban capaces de detener al autor de los crímenes sin necesidad de recibir ayudas externas. El inspector se mueve con prudencia para apaciguar los ánimos, al tiempo que procura no despertar la alarma entre los habitantes del pueblo bastante alterados por los trágicos acontecimientos. La presencia de un gran número de obreros llegados de distintos puntos de España para trabajar en la presa, contribuye a crear un peligroso clima de tensión que enfrenta a los naturales del lugar con forasteros sin arraigo en la zona. No obstante, Trevejo interroga a los vecinos y familiares relacionados con las víctimas para encontrar los motivos que pudieran impulsar al mismo asesino a cometer crímenes sobre personas tan diferentes como el alcalde y su mujer, por un lado, y miembros de la guardia civil por otro. El relato, planteado inicialmente de acuerdo con los tradicionales recursos del género de intriga policiaca adquiere un tono cercano al melodrama al reavivar los tópicos basados en viejos rencores derivados de la Guerra Civil española latentes en ciertos sectores de la sociedad. Infidelidades, traiciones y venganzas se transmiten de padres a hijos y desencadenan nuevos actos de violencia cometidos por los que no tomaron parte en la contienda. Luis Roso (Moraleja, Cáceres, 1988) muestra, en esta su primera novela, una notable madurez narrativa tanto el diseño de los personajes y en las descripciones ambientales. Sin embargo, exagera en las referencias, excesivamente negras, dedicadas a denunciar la falta de libertad y miserias materiales atribuidas al régimen del general Franco. El inspector Trevejo, encarna la figura del policía cínico, mujeriego y sin reparos morales que, no obstante, se muestra buen profesional y procura en todo momento aplicar criterios humanitarios en el desempeño de sus funciones.

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