ALBERT SPEER, UN DÍA

Tras El lecho del mar y La ronda, el joven escritor mexicano Juan Rivera Arroyo, da un paso importante con esta novela que le hizo acreedor del XXV Premio de Novela Mario Vargas Llosa 2020.
En Albert Speer, un día, Rivera relata la vida en prisión del arquitecto favorito de Hitler, ministro de armamento del régimen nazi y por ende uno de los condenados en los juicios de Núremberg. ¿La sentencia? Veinte años en la prisión de Spandau, cárcel administrada por la Unión Soviética, Estados Unidos, Inglaterra y Francia. Una condena que a partir del octavo año Speer decide reducir a un día. El condenado señaliza un recorrido en el patio de la prisión de Spandau para recorrerlo una y otra vez todos los días hasta alcanzar el equivalente en kilómetros a una vuelta al mundo. El protagonista partirá de su casa en Berlín para recorrer con su memoria una gran parte de las ciudades del mundo repartidas por Europa, Asia, Rusia, Norteamérica y México. Speer no podrá dejar de lado su sensibilidad y saber profesional para reconstruir los principales edificios de aquellas urbes y reflexionar sobre los principales aspectos arquitectónicos.
Una de las virtudes de esta novela es su capacidad de mostrar la banalidad del mal, concepto que esgrimiera Hana Arendt al escuchar los testimonios de los condenados del régimen nazi cuando trataban de justificar su comportamiento. Como tantos otros mandatarios nazis, Speer había permitido y participado en la muerte de millones de judíos sin apenas inmutarse.
En su narración, Rivera logra una buena combinación entre las descripciones del viaje de Speer y los entresijos de sus relaciones personales. La distancia física y emocional con su mujer, la visita de una hija recién casada que le oculta su pobreza y las cartas que recibe de uno de sus hijos quien comparte con él sus heridas de infancia, todavía sin cicatrizar. En la prisión, Speer mantendrá la lealtad de su subordinado y amigo Rudolf Wolters quien ayudará económicamente a su familia, así como la amistad del guardián inglés que lo vigila, alguien a quien escuchar, aunque no será suficiente. Por último y quizá con la intención de terminar de reflejar la esterilidad moral del personaje se relata de un modo aséptico el momento de su muerte fortuita en un hotel de Londres.
Rivera alterna las diferentes etapas del viaje imaginario de su personaje con una serie de enigmáticos cuentos que poseen entidad propia y que en muchos casos son un reflejo de las consecuencias del holocausto o una metáfora de la personalidad del gerifalte nazi. Speer era conocido por imaginar las ruinas de sus propios proyectos muchos de los cuales eran tan grandilocuentes que no llegaron a construirse dejando en su lugar únicamente los pliegos de sus múltiples diseños.

TROA