AMELIE CHABRIER

Iniciada la segunda mitad del siglo XIX en Francia, Amélie Chabrier, una muchacha de apenas catorce años y sin cultura, decide escapar de su pueblo y del miserable ambiente familiar en el que vive para buscar fortuna en París. Su inexperiencia de la vida y las dificultades para encontrar trabajo la hundirán en un mundo de tinieblas donde el engaño, el hambre y la prostitución serán lo habitual. Cuando, como consecuencia de un embarazo no deseado, nace su hija Julie a la que ha de entregar en un hospicio, Amélie cree haber tocado fondo en su desesperada vida. Sin embargo, un golpe de suerte la llevará a trabajar en una brasserie como camarera, y es allí donde dará un giro radical a su existencia. Marcel Guyot, un tímido pintor que frecuenta el local la contratará como modelo para sus obras, convirtiéndose más tarde en su maestro y posteriormente en su esposo. Empieza para Amélie una vida apacible y con un futuro que se presume exitoso; sin embargo, el oscuro pasado que con gran cuidado ha logrado ocultar a Marcel, no dejará de acosarla constantemente.
Enmarcada en el ambiente cultural y social del último tercio del siglo XIX, Erika Bornay coloca a su protagonista entre los personajes que crearon tendencias universales de pintura, literatura y técnicas artísticas que influirían en los años posteriores. Aunque la autora se mueve con cierta soltura al recrear las modas, costumbres, ideas, sociedad, etc., de ese momento, no parece sino que Amélie, así como el resto de los personajes, estén al servicio de la intención de la autora de querer mostrar una realidad concreta restando autonomía a los protagonistas quienes desarrollarán su personalidad en función de esas ideas, cultura o costumbres. La personalidad ambiciosa y pragmática de Amélie servirá para relatar sobre los distintos niveles sociales, los diferentes modos de relación amorosa, las ideas liberales de la época, o el despuntar de la mujer en la sociedad.

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