ANATOMIA DE UN ESCANDALO

La periodista británica Sarah Vaughan plantea en su novela Anatomía de un escándalo el caso de un destacado miembro del gobierno del Reino Unido, James Whitehouse, al que Olivia Lytton, una de las colaboradoras de su gabinete, acusa de violación cuando se dirigían a una de las sesiones de trabajo del Partido Conservador.
La fiscal Kate Woodcroft, abogada criminalista conocida por sus éxitos en el foro londinense, recibe el encargo de substanciar el proceso y demostrar ante el jurado la culpabilidad de un acusado poderoso al que respaldan el desde el Primer Ministro a sus compañeros de filas. Hasta ese momento, la trayectoria profesional y familiar de James Whitehouse resultaba intachable. Miembro de la antigua aristocracia, graduado en Oxford con excelentes calificaciones, regatista vencedor en las competiciones y felizmente casado con la distinguida Sophie, representaba la imagen ideal del caballero británico. Padre cariñoso y dedicado al cuidado de sus hijos, cualquier intento de atribuirle un delito de violación parecía destinado al fracaso. Sin embargo, los medios de comunicación se mostraron desde el principio dispuestos a sacar partido del escándalo que suponía llevar a los tribunales a una de las personalidades más prestigiosas, distinguida en la lucha contra el terrorismo islámico. El ambiente se inflama durante la fase procesal de los interrogatorios cuando Kate Woodcroft descubre la relación adúltera que el acusado había mantenido con Olivia Lytton durante varios meses anteriores a la supuesta violación. Ante la evidencia de las pruebas James Whitehouse se forzado a reconocer su infidelidad, aunque niega en redondo haber cometido el acto que se le imputa. La abogada fiscal llama a declarar a testigos que confirman las relaciones entre ambos y admiten la posibilidad real de que la agresión sexual se hubiera producido al negarse la víctima en algún momento acceder a los deseos de James. Sarah Vaughan, con estilo ágil y realista en las descripciones ambientales, alterna las escenas ante los tribunales de justicia con las referencias a la vida anterior de los personajes durante sus años de estudiantes en Oxford a los que atribuye una conducta inmoral y violenta. Jóvenes drogadictos, viciosos y libertinos cuyos actos vandálicos quedaban impunes debido a los privilegios de las clases altas que les permitían después ocupar puestos elevados en el ámbito de las finanzas y la política de Inglaterra. El excesivo detalle en las declaraciones de los testigos sobre el los actos previos y desarrollo de la supuesta violación, resultan en exceso escabrosos.

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