ANTOJO DE VIOLETAS

Martine Bailey, aficionada a la cocina, a la historia y a los viajes, ha encontrado inspiración suficiente en estas tres pasiones para escribir Antojo de violetas, título que insinúa un embarazo y el dulce capricho de una de las protagonistas.
Comenzado el último cuarto del siglo XVIII aparece en Mawton Hall la jovencísima Lady Carinna junto a su dama de compañía y un lacayo negro. Casada recientemente con el dueño de la mansión, un viudo viejo, y presumiblemente enfermo, apenas estará unos días allí. Habiendo presentado sus disposiciones al administrador para conseguir el dinero suficiente, decidirá hacer un largo viaje hasta Italia obligando tanto al administrador como a la joven cocinera Biddy Leigh a acompañarla. La muchacha no tendrá opción para elegir y siguiendo a su señora deberá enterrar en Mawton Hall todos sus proyectos de boda y sueños de futuro. En su pobre hatillo llevará guardado un antiguo libro de recetas caseras que a modo de talismán le acompañará en los días más difíciles, cuando, sin haberlo buscado, se vea implicada en los enredos de una vida llena de mentiras y oscuros secretos.
Siguiendo a otros autores, Martine Bailey opta por encabezar cada uno de los capítulos con recetas caseras del siglo XVIII. Ha de señalarse su esfuerzo por hacer creíble la historia haciendo previamente un trabajo de documentación sobre los modos y costumbres de la época, sobre todo en el ámbito culinario. Sin embargo, la novela, demasiado ambiciosa, pierde fuerza con unos personajes flojos y predecibles.
La autora deja clara su actitud recelosa hacia la Iglesia Católica en alguno de los comentarios de sus personajes.

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