BAJO LA SOMBRA DE LOS LOBOS

Los habitantes de Prusia Oriental (mujeres y niños en su mayoría, los hombres estaban en los frentes) se encontraron, al acabar la Segunda Guerra Mundial, abandonados de todos y a expensas de sus solas fuerzas. Hambrientos hasta la locura, en una tierra esquilmada por años de combates, sufrieron la nieve y el frío del terrible invierno de 1946 y las palizas, violaciones y humillaciones por parte de los brutales soldados del Ejército Rojo. En este mundo brutal aparecen los wolfskinder, los niños lobo, niños que arriesgaban su vida para pasar a la vecina Lituania y conseguir alimentos con los que paliar la tortura del hambre de sus madres y hermanos pequeños.
Alvydas Slepikas asegura que, al descubrir esta historia, quiso escribirla para que no quedara en el olvido. Porque este episodio de barbarie y heroísmo, en palabras actuales se podría ventilar con el cínico nombre de daños colaterales, apenas es conocido entre los alemanes. La novela gana fuerza y dramatismo porque ha podido documentarse directamente gracias al testimonio de algunos de esos wolfskinder.
Es impresionante cómo, entre tanto dolor y crueldad, afloran el amor y la humanidad. El autor tiene la virtud de, en pocas pinceladas, crear caracteres muy vivos. Como el pequeño y arriesgado Heinz o la vital Martha, solo vencida por las culatas de los fusiles rusos; la generosidad del matrimonio lituano, Antanas y Stasé, deportados por acoger a la pequeña Renate. Y muchos otros que hacen del relato un cuadro representativo de las grandezas y miserias del ser humano.
Capta el interés desde las primeras líneas por una narración atenta a detalles significativos y por una descripción esencial que, prácticamente, hace vivir al lector en el mismo contexto de la acción. Equilibrio también presente en el lenguaje gracias a su variedad y riqueza, mérito, en parte, de la cuidada traducción.

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