CABALLO NEGRO CARBÓN

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Robert Olmstead (Westmoreland, New Hampshire, 1954) profesor universitario de escritura creativa, se dio a conocer en lengua española con Tierra Salvaje, descubriendo un Oeste áspero, salvaje, rudo, saliéndose de los moldes habituales de este tipo de novelas. Con este nuevo relato se presenta un panorama distinto, pero igual de rudo, no tanto por la naturaleza, sino por la manera inhumana de comportarse de los hombres y de la lucha entre ellos. La acción trascurre casi al fin de la guerra de Secesión (1861-65) uno de los episodios más sangrientos de la historia americana, poco tiempo después de morir el General Jackson y de la batalla de Gettysburg en 1863.
Robey Childs tiene 14 años, vive con su madre en plena montaña, alejado de toda civilización, solo conoce a la poca gente que hay en los alrededores, tendría que estar jugando todavía, pero en aquella época se crecía muy rápido y se moría pronto. El padre se ha ido a luchar con los confederados y un día su madre le dice que tiene que ir a buscarle: le da unos pocos consejos, un caballo viejo y él se pone en marcha.
Aquí comienza toda una historia llena de descripciones breves de los grandes espacios por donde va pasando y sobre todo, centrándose en las personas y en el horror de una guerra civil. En los momentos extremos sale lo mejor y lo peor del hombre, que es lo que se describe aquí. Poco tiempo después de su salida, su caballo no aguanta más y se encuentra en una fragua no muy distante de su casa, con un hombre amigo de su padre, que le va a prestar el caballo negro carbón que le acompañará la mayor parte de su viaje: “era un joven semental, y a través de su cuerpo era grande y profundo. Tenía una cabeza construida con ligereza y unos ojos enormes. Su cuello era largo y delicado, y la cola alta, pero sus hombros eran gigantescos. Los músculos eran densos y recorrían fuertes y anchos todo el lomo. Tenía las patas cortas en los huesos de cañón, pero articulaciones flexibles, fuertes y sustanciales. Los cascos eran altos en la parte delantera, por detrás y por debajo, y la ranilla se despegaba bien del terreno” (30-31).
Y a partir de ahí con una gran capacidad de penetración en el carácter de los hombres y la dureza del momento, el joven Robe y se va haciendo hombre siendo testigo de la muerte, de la maldad, de la bajeza y de la mentira. Grandes espacios llenos de muertos en las batallas, donde los enterradores se juntan con los que van a saquear a los muertos o rematando a los vivos, personas que se alimentan explotando la necesidad ajena y que hasta niegan un vaso de agua o lo cobran a grandes precios. Todos estos momentos en la novela están llenos de un crudo realismo, sin abandonar la lírica del relato, como se ve en la descripción del caballo.
Testigo de un odioso episodio conocerá a una chica con la que después de encontrar a su padre, volverá a casa.
Una novela que no dejará indiferente a nadie que la lea y en la que la naturaleza humana aparece con toda su grandeza y con toda su bajeza. Un Oeste con hombres salvajes.

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