CLANDESTINA

Marie Jalowicz Simon (Berlín, 1922-1998), perteneciente a una familia judía, fue profesora titular de Historia Cultural Literaria de la Antigüedad Clásica en la Universidad Humboldt de Berlín. Llegó a ser catedrática y solo de manera casual hablaba de los años de guerra. Raramente concedió algún tipo de entrevista sobre el tema, aunque en alguna ocasión había manifestado su deseo de poner por escrito sus vivencias y recuerdos de aquella época. Solo al final de su vida consintió que su hijo Hermann Simon (Berlín, 1949), director de la Fundación Nueva Sinagoga de Berlín-Centrum Judaicum, grabara la historia de su vida durante los años 1933 a 1945 que supusieron una transcripción de más de novecientos folios. La mayor parte del relato se centró en los años en los que tuvo que vivir en la clandestinidad desde que en 1942 decidió no seguir los dictámenes del gobierno nazi para evitar la deportación, hasta 1945 cuando Berlín fue liberado por el Ejército Aliado.
Clandestina recoge de manera ordenada ese testimonio cuya edición corrió a cargo de la escritora Irene Stratenwerth (1954) y el propio Hermann Simon.
El relato cuenta la cruda realidad de quienes decidieron optar por la clandestinidad en un Berlín decididamente nazi. Desde verse rechazada por los de su propia raza por no acceder a llevar la estrella que les identificaba como judíos y que algunos llegaron a llevar con orgullo sin sospechar lo que suponía aquello, hasta ser ayudados y escondidos por los alemanes antifascistas o miembros de la resistencia activa. Y junto a esto el peligro constante de las redadas, la traición, las enfermedades, el frío, el hambre y las vejaciones. Sobre los abusos, más que el hecho en sí, se destaca las bajezas y contradicciones a las que puede llegar la condición humana, sin importar la nacionalidad, la cultura o la posición social, cuando se encuentra en situaciones límite, sin reglas morales y cuya única meta es la supervivencia.
El relato carece de sentimentalismo que intente justificar los hechos. El testimonio refleja que no todos los alemanes eran nazis y lo absurdo de algunas leyes antisemitas que disgustaban a la mayoría, pero que el miedo y la necesidad llevó a situaciones denigrantes, sin escrúpulos morales y con relaciones complejas difíciles de juzgar.

Encarnita Herraiz