ECHADME A LOS LOBOS

En su segunda novela, Patrick McGuinness (Túnez, 1968), profesor de la Universidad de Oxford, con el pretexto del asesinato de una chica joven, Zalie Dyer, realiza una aguda crítica del sistema educativo inglés de las décadas de los setenta y ochenta. Además, lanza un ataque a un cierto tipo de periodismo y sus métodos. No queda tampoco fuera de su visión crítica la policía británica. No esperemos por lo tanto, una novela policiaca ortodoxa, aunque haya un caso por resolver y que al final se resuelva.
Ander (Alexander) es el policía que dirige la investigación, y también el que hace de relator del caso, narrando sin solución de continuidad tanto los hechos como su propia interpretación y juicios sobre las personas, junto con sus conversaciones con Gary, que es el policía que le ayuda. Además, intercala capítulos sobre cómo era hace 30 años Chapelton College, sus alumnos, régimen y profesores.
Desde las primeras páginas aparece como sospechoso y más tarde como acusado, Michael Wolphram, que tiene 68 años y al que se le relaciona con la víctima. Fue profesor del Chapelton y allí conoció como alumno al policía que investiga su caso, Ander. El profesor es una persona intachable, culto, refinado, amante de la música y con gran sentido de la justicia, pero la prensa cae sobre él y le condena sin que haya ninguna prueba.
Pero la relación con el profesor lleva a que Ander recuerde y reconstruya muchos momentos de la vida del college, un lugar para los hijos de las clases adineradas y donde los profesores ejercen dictatorialmente su oficio.
La novela ataca duramente a los periodistas que nutren sus noticias de rumores, suposiciones y que viven de una alteración interesada de la verdad, comprando historias, apañando relatos: es el periodismo amarillo. También critica con acritud el sistema educativo británico de aquellas décadas y la educación de los chicos con problemas familiares.
Estamos, pues, ante una novela social y de denuncia que se nutre parcialmente de ingredientes de las novelas policíacas, especialmente en su parte final.

Alberto Portolés