EL GATO QUE CURABA CORAZONES

El gato que curaba corazones se desarrolla en el Londres actual, ambiente en el que Rachel Wells cuenta la historia de un gato llamando Alfie que queda abandonado cuando su amo fallece. En su intento de escapar de un refugio deambula por las calles hasta llegar a la zona residencial de Edgar Road, llena de jardines y bonitas casas unifamiliares. Al principio no es bien recibido por el vecindario al ser un gato callejero pero, poco a poco, Alfie llegará a formar parte de la existencia de algunos residentes de la zona que le alimentan y cuidan mientras él observa sus problemas con tal interés que decide intervenir para ayudarles. El gato va continuamente de casa en casa y su trabajo se multiplica ya que posee una especial sagacidad y bondad que le lleva a ser capaz de arriesgar su vida para defender a alguna víctima de violencia doméstica e incluso tiene la habilidad de resolver algún conflicto amoroso devolviendo la felicidad a varios hogares de forma que se convierte en alguien único y inestimable para los vecinos de Edgar Road.
Rachel Wells presenta su novela desde el punto de vista del gato a través de un monólogo que manifiesta una intuición muy superior a la de su género y similar a la humana. Con prosa y lenguaje sencillos y un argumento bastante simple y sin complicaciones, la autora solo pretende entretener con guiños humorísticos y simpáticos aunque en un tono algo sentimentaloide. Parece que el mensaje que desea transmitir es que las mascotas son muy importantes para llevar felicidad y esperanza a las personas, especialmente cuando carecen de compañía y sufren, pero esta ayuda se exalta de modo exagerado otorgando a los animales poderes que no poseen a la vez que con voz gatuna se desliza alguna trivialidad acerca de la fidelidad matrimonial, en la misma línea de todo el relato.

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