EL HIJO DE NOÉ

Narra esta novela la ejemplar labor llevada a cabo por un sacerdote católico belga, durante la segunda guerra mundial, para acoger niños judíos perseguidos por las autoridades nazis de ocupación. En su internado, disimulados entre los demás, con la complicidad de algunos convecinos del pueblo, el Padre Pons esconde a hijos de fugitivos o encarcelados, sin imponerles ningún tipo de presión religiosa y arriesgando su vida por ellos.
La obra, muy bien escrita, es una historia tierna y dramática a la vez, inspirada parcial y libremente en hechos reales y dedicada a la memoria de un sacerdote de Namur. La acción, narrada por uno de los pequeños acogidos, se centra, no tanto en la amenaza y el peligro, como en la amistad del Padre Pons con el protagonista y su cariño hacia todos, así como en el apoyo recibido de parte de otros personajes, como la farmacéutica local, que da la vida por mantener el secreto de este refugio. La agilidad del desarrollo argumental, el acertado perfil psicológico de quienes intervienen en él y la sencilla elegancia del estilo constituyen notables aciertos de esta interesante novela, mitad ficción, mitad testimonio. El autor no acierta, en cambio, a distinguir, en la conducta que atribuye al sacerdote, lo que es respeto a las creencias ajenas de lo que para un cristiano es la convicción de practicar la verdadera fe. Esto le lleva a poner en su boca frases impropias de su ministerio, impregnadas de irenismo sobre el valor de las religiones. Lo mismo ocurre cuando el autor manifiesta que Dios no se mezcla en los asuntos de los hombres.

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