EL PEOR DE LOS ENEMIGOS

El editor y librero alemán Veit Heinichen (Villingen- Schwenningen, 1957) sitúa en la ciudad portuaria de Trieste un nuevo episodio de la serie policiaca protagonizada por el inspector Proteo Laurenti, comisario del distrito de la región italiana de Friuli-Venezia.
La acción se inicia cuando un acaudalado empresario de origen alemán, Franz Xaver Spechtenhauser, muere al despegar el avión privado en el que se dirigía a firmar unos ventajosos acuerdos financieros en la ciudad de Bolzano. El comisario Laurenti se encarga de esclarecer el crimen, una vez confirmado que la causa del siniestro fue un potente explosivo conectado al altímetro del aparato. La operación policial en marcha se ve interrumpida por el atraco, a la luz del día y en plena autopista, de una furgoneta cargada de lingotes de oro que se disponía a cruzar la frontera croata. Los asaltantes, que dejaron numerosos heridos de gravedad, logran escapar con el botín después de burlar los controles de la policía y desaparecen sin dejar el menor rastro. Laurenti y su equipo movilizaron sus mejores recursos para el esclarecimiento de los dos casos que, según la hipótesis del comisario, guardaban relación entre ellos, aunque no conseguía demostrarlo ni establecer los posibles vínculos entre los dos atentados. El ambiente peculiar de la ciudad de Trieste, cruce de diferentes culturas y naciones, próxima a Croacia, al Tirol del Sur y a Austria, forma parte de la trama al facilitar la impunidad de las bandas de delincuentes que aprovechan las diversas legislaciones para evitar la acción de la justicia. Dificultades jurídicas a las que se añade la ignorancia de las autoridades de Roma, dispuestas a dictar desde sus alejados despachos órdenes de imposible cumplimiento para los triestinos. Laurenti no duda a saltarse las normas siempre que obstaculicen su labor, a costa de recibir reprimendas de los superiores, movidos por criterios políticos en lugar de defender los intereses reales de los ciudadanos. Cuando finalmente los culpables son detenidos y entregados a la justicia, las mismas autoridades, magistrados y fiscales que criticaban la tarea de Laurenti, se apresuran a convocar a los medios de comunicación para anunciarles el gran éxito de las investigaciones llevadas a cabo bajo su dirección. Veit Heinichen acredita una vez más su dominio de los elementos de la intriga policiaca, desarrollada con estilo ágil y acertado diseño de los personajes, tanto de los agentes de la ley como de los profesionales del crimen al servicio de los empresarios sin escrúpulos. Las esporádicas relaciones extraconyugales del comisario se describen con naturalidad sin que, al parecer, le impidan cumplir fielmente sus deberes como buen esposo y padre amante del hogar. Ciertas opiniones vertidas con cinismo sobre la vida de Jesucristo por uno de los criminales implicados en la trama, así como algunas de sus expresiones blasfemas, deslucen el buen tono general del relato.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa