EL SABOR DE LAS PEPITAS DE MANZANA

Se inicia la acción de esta novela, ambientada en la última década del siglo XX, en el momento en que la protagonista, una joven bibliotecaria, viaja desde Friburgo, donde reside, hasta un pequeño pueblo del norte de Alemania para asistir al entierro de su abuela materna. Tras la ceremonia, la lectura del testamento le trae la sorpresa de que la difunta le ha dejado en herencia la casa familiar, en lugar de legársela a alguna de sus tres hijas.
La obra narra los días que vive en su interior, mientras se llevan a cabo los trámites legales de la testamentaría, durante los cuales evoca la historia de sus abuelos y tías y recuerda especialmente la relación con su única prima, algo mayor que ella, muerta a los dieciséis años en unas circunstancias que pudieron ser accidentales o deliberadas. Paralelamente, toma contacto con otros habitantes del lugar que le revelan detalles del pasado de sus parientes y en especial con el abogado que se ocupa de la herencia, hacia quien se siente progresivamente atraída. La obra combina elementos sentimentales con referencias históricas, expresivas descripciones de paisajes y un fondo de costumbrismo social, en una trama que se plantea de modo interesante y se desarrolla de forma ágil. Al aproximarse al desenlace, sin embargo, pierde fuerza en tanto que deriva hacia el empleo de recursos narrativos fáciles, de carácter erótico aunque no resultan muy descriptivos. El cruce de planos espaciales y temporales está en general bien resuelto aunque quizá la autora lo emplea con excesiva frecuencia y los personajes quedan trazados con rasgos escuetos pero convincentes. El estilo está más cuidado de lo que es propio de la narrativa de consumo pero no llega a lograr una calidad literaria destacable, más allá de proporcionar una lectura fácil y amena. La problemática de fondo responde a un fuerte sentido de unión familiar y respeto y cariño hacia los abuelos pero las actuaciones individuales de los personajes acusan un marcado relativismo ético derivado del subjetivismo característico de la moral luterana.

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