EL ÚLTIMO DÍA DE LA VIDA ANTERIOR

“¿Qué quieres? –le dice. Y como el niño no contesta, vuelve a preguntarle, casi de mal humor–: ¿Qué quieres? (...) –Escucha –continúa un poco absurdamente, como si hablara a un perro–, no puedes estar aquí, ¿entiendes? Van a venir unas personas”.
En estas dos frases se encierra toda la acción de El último día de la vida anterior. Dichas, en efecto, como Barba anuncia en su título, en un único día por su protagonista. El autor arranca parafraseando a Lewis Carroll: “¿Cuánto tiempo es para siempre? –preguntó Alicia. –A veces solo un segundo –respondió el Conejo Blanco”.
La trama se resume fácil: una empleada de una inmobiliaria entra en una de las casas que debe vender y se encuentra a un crío triste que ni pestañea. Un suceso aparentemente sencillo, misterioso, que tiene lugar en un día de trabajo cualquiera, en un instante, en unos segundos. Las primeras frases son la única conversación que mantienen en muchas páginas. Pero a ese momento acudirá varias veces a lo largo del libro.
La protagonista siente una poderosa inquietud de dar con la verdad. La necesidad de saber por qué ese niño aparece allí, en esa casa a la venta, se hace cada vez mayor. Por qué se topa con ella. Por qué sólo lo ve ella. Qué quiere de ella. Dar respuesta a todas estas preguntas es lo que le hace volver una y otra vez al mismo lugar. Regresa a la casa en varias ocasiones, y revive esa agitación en bucle. En cada visita descubre un nuevo matiz sobre lo sucedido, sobre el niño, sobre sí misma. Halla nuevas perspectivas que le hacen completar más vacíos de esta nueva realidad.
Su vida ya no volverá a ser la misma desde entonces. ¿Acaso la del lector tampoco? También quiere volver allí conforme avanza en la historia. Quiere saber qué busca esta novela fantasmagórica, aunque no sabemos si el chaval es o no es un fantasma, si estamos ante una casa encantada o si la única fantasía está en nuestra cabeza.
Esta cuestión nos atrapa y, sin duda, nos engancha de nuevo a un género. Barba vuelve a darnos esas dosis de ficción que tanto echábamos de menos. Después de abundantes publicaciones de documentalismo literario (porque sí, la pandemia nos ha hecho un poco de daño psicológico a todos), el autor consigue que la ficción –¡oh, paradoja!– nos conecte con la realidad. Con la realidad de una mujer y con la de un niño. Y, qué grandioso, también con la realidad de un lector como tú y como yo.
Menuda proeza la de este libro. Y aunque, lamentablemente, no describa escenarios fáciles –niños, entre traumas y dolores universales–, por fin Barba nos trae algo positivo y bueno a un mundo al parecer perdido: que de las secuelas podemos salir con la ayuda de los otros. Que el niño la asiste, y que ella asiste al niño. Que cada uno consigue sacar al otro de su prisión emocional, de su casa vacía. Es, para ambos, el último día de su vida anterior.

TROA