EL VIAJE DE MINA

Un adulto narra sus recuerdos cuando siendo un niño de once años se embarcó para viajar solo desde Sri Lanka hacia Inglaterra. Michael encuentra enseguida a otros niños con los que comparte el viaje. Sus travesuras y juegos nos llevan a los pocas páginas a leer el libro como un símbolo del viaje hacia la madurez, y el buque como un microcosmos donde los niños miran el comportamiento de los adultos e intentan descrifrarlo. Ondaatje escribe de modo ágil y sencillo pero nos traslada a menudo a otro estadio: al del futuro y al del pasado, al estadio en el que la memoria nos ayuda a vivir y nos ha trazado un camino. En cada capítulo Michel y sus amigos exploran un lugar o una persona: nada es banal o convencional sino más bien exótico, peligroso o sensual. Muchos relatos llevan al presente del Michael adulto o a la vida fuera del barco de la niña acróbata o de la estudiante de los tapices de Villa Ortensia. Ningún relato, ninguna situación responde a moldes narrativos, o a comportamientos predecibles: Ondaatje nos muestra un panorama rico en experiencias y en cierta penetración psicológica. Los viajeros a los que Michael hace un retrato narrativo parecen gente corriente, pero enseguida nos muestran un pasado lleno de duras experiencias. Presenciaremos un confuso asesinato y un homicidio, una fuga de un preso, un cadáver arrojado al mar, un jardín botánico lleno de plantas con poderes hipnóticos, una patinadora, una violinista… Ondaatje no nos da respiro en la variedad de personajes, situaciones y reflexiones sobre la memoria.

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