EN EL NOMBRE DE PADRE

Luis Salvago, militar de profesión y licenciado en Geografía e Historia, recibió el Premio de Novela Vargas Llosa 2019 por En el nombre de Padre. (En 2018, con su obra Bârân, fue finalista del Premio Nadal. Y un año antes, también finalista en el Premio Azorín 2017 con la novela Lloverá en septiembre).
El joven León, así llamado en honor a León Trotsky, vive con su familia en Tánger, donde lleva una vida común: clases, amigos, una novia, practica boxeo, le gusta leer, ayuda a su padre en el taller mecánico: uno más en el ambiente colonial en el que, europeos y moros-como él los denomina-, viven vidas paralelas. Pero bajo esa aparente normalidad se va inoculando la violencia. Su padre, un activo comunista en los años que precedieron a la Guerra Civil, con revueltas y asesinatos a sus espaldas, mantiene una actividad política clandestina y desea que el hijo continúe su actividad revolucionaria; para ello le inocula la semilla de la violencia como solución. A partir del capítulo XVII León se incorpora al ejército y es destinado a una compañía disciplinaria, donde queda adscrito al pelotón de fusilamientos; en un lugar conocido por Cabo Juby, emplazamiento militar en el protectorado español en el norte de África. El contexto novelesco se enriquece al ambientarse en la convulsa historia de los prolegómenos de la Guerra Civil: el protagonista es invitado a dañar el Dragon Rapid, el avión que trasladará a Franco a la Península; o relata en primera persona el enfrentamiento de los mandos de su cuartel tras el levantamiento.
El autor mantiene la tensión narrativa apoyándose, primeramente, en la ambigüedad de la doble vida del padre, que se va desvelando -también para el protagonista- gracias a saltos atrás en el tiempo o por los encuentros con antiguos camaradas. Quizá la narración se resienta a causa de las reflexiones existenciales del protagonista o las más ideológicas del padre. A veces, estos pensamientos adoptan un tono discursivo que no acierta a integrarse en la evolución narrativa. Como también sucede con ciertos pasajes, por ejemplo, su amistad con Efrén, que parecieran estampas autónomas con apenas repercusión en la personalidad del protagonista.
Destaca la variedad de personajes secundarios, trazados con rapidez y bien caracterizados: aportan un contexto realista. No así algunos principales, que adolecen de esquemáticos: el padre aparece como monolítico, dominado unívocamente por la ideología; la madre, ambigua y cambiante, pasa de desaprobar la actividad del marido a apoyar la lucha, sin razón suficiente. O el propio protagonista, que, más que en la afirmación de la propia identidad frente al padre, resuelve su conflicto íntimo viviendo en la indeterminación moral y personal. Los personajes se explican con palabras más que con los hechos.
El lenguaje es variado y con voluntad de estilo, sobre todo, en la prosa de los pasajes narrativos, rápida y eficaz: con pocas palabras sitúa al lector en los acontecimientos. También cuando describe el ambiente y logra imágenes impactantes del desierto o del mundo interior. A veces, un exceso de lirismo en las metáforas, disuena del tono general.

TROA