HASTA QUE VOLVAMOS A VERNOS

Seattle, 1934. William es un adolescente estadounidense de origen chino que con doce años vive en un orfanato regentado por las religiosas de los Sagrados Corazones y comparte sus inquietudes e ilusiones con una amiga ciega llamada Charlotte. El día del cumpleaños de William lo llevan, junto con otros huérfanos, a una sala de espectáculos de la ciudad donde proyectan una película en la que aparece una actriz llamada Willow Frost. El chico sospecha que se trata de su madre de quien solo posee una borrosa fotografía. William, acompañado de Charlotte, se escapa del orfanato y deambula por la ciudad con el deseo de encontrarla. Un doble plano narrativo, situado en los años veinte, cuenta la trayectoria de Liu Song, la madre del chico, que fue forzada sexualmente por su tío. Liu, enamorada de un actor, trabaja como exitosa bailarina en un teatro del barrio chino pero es sometida y explotada económicamente a los caprichos de su tío y otros personajes por lo que, dada la precariedad de su situación, parece lógico que el destino más seguro de William sea el orfanato.
Ford explora acera del amor y de la fuerza de las raíces familiares en una historia dura pero tratada con elegancia formal de modo que aunque en estas páginas se aborda la problemática de una madre soltera, la violencia ejercida sobre las mujeres así como el suicidio de una niña ante el drama paterno, el libro no se recrea en descripciones escabrosas y se muestra con nitidez el contraste entre el bien y el mal. Su autor se apoya en datos autobiográficos por lo que la trama, muy emotiva, tiene la verosimilitud de lo real y cuaja un relato que destaca por su magnífica ambientación -el trasfondo de la depresión americana- y por el acierto en dibujar a sus protagonistas, sin maniqueísmo y con una visión poliédrica de la complejidad del ser humano. Hay referencias al maltrato físico ejercido en los orfanatos que pueden resultar chocantes al lector actual pero se trata de algo acostumbrado en el contexto de la época.

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