INFIERNO

La acción arranca días antes de la anexión de Austria a la Alemania nazi, en la Viena del año 1938. Momento convulso donde todos han de tomar partido, sin tiempo para reflexionar y dominados por el miedo que siembran los nazis austriacos en la población: un escenario de terror inmediato, pues el partido tiene ojos y oídos en todos los lugares, incluso en la intimidad familiar. La protagonista, la joven artista Úrsula, único nombre propio de la novela, oscila entre dejarse llevar por la corriente popular de adhesión al nacionalsocialismo y a su ideología de muerte -alentada por su propio hermano-, o bien incorporarse a la Resistencia, de la que forma parte su novio. Es la lucha entre el miedo y la conciencia, entre la turba y la persona: el infierno interior y exterior.
Del contexto histórico, de los personajes y del argumento se esperaría más. Pero la novela avanza a saltos y los momentos narrativos quedan como islas en un mar de consideraciones y reflexiones sobre la incidencia del mal, la ideología, en la psicología humana. Efectivamente, la novela pretende transmitir la intensidad de la barbarie de la ideología y la praxis nazi, pero apenas se apoya en elementos literarios. Son las carencias de las novelas de tesis, donde lo ideológico -en este caso con la loable intención de desenmascarar la maldad del nacionalsocialismo- predomina sobre lo literario, sin advertir que, así como la filosofía requiere conceptos, la literatura exige, fundamentalmente, imágenes.
No obstante, la sensación de angustia opresiva, la intensidad del sufrimiento y de la desintegración interior, junto con el terror y la locura colectiva exterior, están presentes en algunas descripciones de la novela, especialmente la imagen de la visión profética de la derrota con que concluye el libro.

TROA