JAMÁS EL FUEGO NUNCA

Una mujer vive y desarrolla sus recuerdos en el exiguo espacio de una cama, junto con su compañero, que parece enfermo. Vestidos, se incomodan mutuamente, y se reprochan el contacto. Son una célula de un organismo más grande –o grupo de un grupo político marxista organizado orgánicamente- que ha perdido fuerza. Ella reflexiona sobre esa pérdida y desarrolla una febril y desordenada historia sobre el deterioro de las ideas marxistas que les llenaron de ilusión. Ella recuerda y habla constantemente a su compañero del pasado común, de la muerte de su bebé, de la historia de su célula y de las otras, de esos compañeros que querían cambiar la sociedad burguesa, a los que ya no puede ver. No logra aceptar el deterioro de su relación, el alejamiento de su compañero, que se niega a hablarle y el otro deterioro o aislamiento de esas ideas políticas que les ilusionaron y a las que se entregaron en cuerpo y alma.
La novela se reparte en dos temáticas: un diálogo reiterativo,un repaso del pasado político y de pareja con un hijo muerto, entre pensamientos abstractos y difíciles de carácter marxista, antiburgués y estratégico escrito con un ritmo enardecido. Por otro lado, están las concesiones a un resto de cotidianeidad: el pan, el arroz y el té que cocinan y comen en la cama, ahorrando gastos y energías.
El estilo de Eltit es inquietante, asfixiante, como si la mujer que nos habla siempre estuviera en un estado de vigilia, con insomnio y llena de reproches, examinando el pasado, repasándolo, para buscar dónde se produjo el error. Eltit no ofrece más coordenada temporal que su pregunta sobre cuándo murió Franco al comienzo de la novela. Tampoco ofrece ninguna coordenada geográfica, ni aporta nombres ni hechos. Se mueve en un nivel abstracto al hablar de su célula y de sus objetivos que resulta muy difícil al lector.
Eltit formó parte del colectivo artístico chileno CADA, bajo y contra la dictadura de Pinochet.

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