LA FABRICA DE CRETINOS DIGITALES

Estamos ante un libro especialmente recomendable para padres y educadores que versa sobre la repercusión que tienen los hábitos tecnológicos en niños y adolescentes. Desmurget llega a ser políticamente incorrecto, pero lo que cuenta en este ensayo sobre la pérdida de capacidades cognitivas causada por las pantallas no deja de resultar inquietante. En primer lugar, niega que la revolución digital sea una oportunidad, cuestionando la base científica que afirma que lo tecnológico favorece el desarrollo de los pequeños.
Si hay tanta “doctrina” a favor de las nuevas tecnologías es porque “en el terreno de lo digital, la información que se facilita a la ciudadanía se caracteriza a menudo por una terrible falta de fiabilidad”. En efecto, los estudios son poco concluyentes y la información que transmiten suele estar sesgada por intereses espurios.
El escritor francés pasa a exponer las secuelas individuales, familiares y sociales del uso de los dispositivos digitales. Lo hace distinguiendo los peligros de la exposición temprana, la importancia de regular el tiempo de uso de los aparatos y la absoluta pérdida de tiempo que son, ya que no reportan ningún beneficio para el desarrollo de los niños. Es más, como demuestran determinados estudios, son perjudiciales para el rendimiento escolar.
Se menciona el riesgo de adicción, la relación entre Internet y contenidos inapropiados, pero el ensayo va más allá de eso. Teniendo en cuenta la moda de las pantallas en la escuela y la importancia que está adquiriendo la enseñanza online, conviene leer detenidamente el capítulo 5. La conclusión que se extrae es inquietante: parece que existe una correlación entre la inversión en tecnologías educativas y la pérdida de rendimiento escolar, por no hablar de la merma en la calidad de la enseñanza que ocasiona.
Es interesante, asimismo, la reflexión que propone el autor sobre la repercusión en la salud, y no solo en la inteligencia de los más jóvenes, del ocio digital. Sedentarismo, peor alimentación, vinculación con otros hábitos nocivos, etc.
No se trata de un libro teórico, sino eminentemente práctico, lo que lo hace más valioso. Al final, Desmurget resume el contenido aclarando siete normas esenciales, distribuidas por edad. Entre otras, nunca pantallas en el dormitorio, nunca utilizarlas antes de ir al colegio, hacer una cosa cada vez, y nada de contenidos inapropiados. El autor no desconoce que el establecimiento de estos criterios puede ser difícil al principio, pero es positivo para la vida familiar y permite llenar el tiempo vacío “de nuevas actividades: charlar, debatir, dormir, practicar deporte, tocar un instrumento musical, dibujar, pintar, hacer esculturas, bailar, cantar, ir a clases de teatro y, por supuesto, leer”.
Puede dar muchas ideas para colegios y familias.

TROA