LA MADRE JUDÍA

Gertrud Kolmar (Berlín 1894-Auschwitz 1943) era una conocida poetisa alemana, de origen judío, tristemente desaparecida en el campo de concentración. Prima de Walter Benjamin, gozó de un cierto renombre en vida, aunque la mayor parte de su obra (incluida la novela La madre judía, Editorial Traspiés, traducción de Ana Alguacil) fue publicada posteriormente, gracias a sus familiares. Su actitud noble y valiente durante la guerra, cuando no quiso huir con el resto de la familia y se quedó cuidando de su anciano padre, le valió la admiración de la posteridad. Son recordadas sus palabras llenas de fuerza interior, al aceptar libremente los trabajos forzados a los que le obligaban los nazis en el Berlín de los años 1940: "Desde el momento en que acepté en mi corazón el trabajo forzado diario, desapareció la presión que pesaba sobre mí. Estaba decidida a considerarlo como una enseñanza y a aprender tanto como fuera posible. De ese modo soy libre en medio de mi falta de libertad. Así quiero presentarme también ante mi destino, aunque sea alto como una torre, aunque sea negro como una nube amenazadora”.
La madre judía (que en algunas ediciones extranjeras se ofrece junto con la otra novela de Kolmar, Susanna), sin ser claramente autobiográfica, pone de relieve algunas de las preocupaciones, obsesiones y traumas de su propia vida: maternidad malograda, frustración por desconocer la fe de sus antepasados, adhesión a un modo de ser judío, soledad, indiferencia frente al mundo exterior, relaciones amorosas complejas. La protagonista es una mujer todavía joven, viuda, fotógrafa, que vive con su hija de 5 años en un barrio de Berlín en los años previos al advenimiento del nazismo. Hermosa al estilo de una “Niobe de piedra”, vive aferrada a su hija, cuya desaparición y posterior tragedia no puede superar. El desenlace, único posible, deja al lector con un intenso sentimiento de desconsuelo y perplejidad.
Kolmar construye un personaje fuerte, decidido, casi mítico, que une la pasión de una Medea con el ardor de una Fedra. El paisaje berlinés es descrito con precisión: calles solitarias, desiertas al anochecer, árboles desnudos en otoño, arterias comerciales recorridas por transeúntes indiferentes, bares frecuentados por personajes extraños. Todo ello bañado en una atmósfera cada vez más pesada y viciada en la que, trágica ironía de la suerte, la protagonista descubrirá en la casa del hombre al que quiere y que la rechaza, un folleto con propaganda nazi.
En definitiva, una novela que no puede dejar indiferente, que revuelve e interroga, más apta para “lectores en el sentido más literal de la palabra, lectores con verdadero fuste de tales”, como decía Enrique Vila-Matas hace unos años.

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