LA MUJER QUE NUNCA TENÍA FRÍO

Elisabeth Elo narra en La mujer que nunca tenía frío como en un día de intensa niebla en Boston la joven Pirio Kaspárov sale a pescar langostas en el barco nuevo de su amigo Ned, examante de su íntima amiga Thomasina y padre del pequeño Noah. Inesperadamente un buque de gran tonelaje choca con ellos partiendo el langostero por la mitad. Ned muere en el acto, mientras que Pirio logra salvarse después de resistir, contra todo pronóstico, sumergida en las gélidas aguas del Atlántico Norte durante más de cuatro horas. Ante la imposibilidad de saber quiénes fueron los causantes del accidente, según los encargados de la investigación, Pirio decide hacer sus propias averiguaciones para poder dar una explicación satisfactoria a Noah sobre lo que le sucedió a su padre. No tardará mucho en darse cuenta que no se trata de un simple accidente por falta de visibilidad, sino que algo más importante se esconde detrás de todo ello.
Elisabeth Elo se defiende muy bien en esta su primera novela con una historia y unos personajes coherentes y bien dibujados. Maneja bien los tiempos consiguiendo una expectación inicial que irá creciendo hasta alcanzar la tensión máxima hacia el desenlace. Con una protagonista que se desenvuelve en un ambiente y con unas maneras aparentemente frívolas y amorales, de niña rica rebelde, es capaz de sacar de ella lo mejor. Sin ser una heroína, el sentido de la lealtad y la justicia junto a una innata curiosidad por conocer el porqué de las cosas, y el deseo siempre permanente de ser amada, Pirio será portadora de unos valores que hacen atractivo al personaje. El vínculo de amistad entre ella y su amiga Thomasina hace posible una evolución positiva en la personalidad de ambas, dando consistencia y credibilidad a los dos personajes.

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