LA ÚLTIMA PINTURA DE SARA DE VOS

En el relato La última pintura de Sara de Vos el escritor australiano Dominic Smith narra la historia de un cuadro y de su autora, una artista holandesa del siglo XVII. La trama alterna los capítulos dedicados a este tema con los referidos a la actuación de una experta restauradora australiana del siglo XX que realiza por encargo una versión falsificada del referido cuadro. Estas dos pintoras y sus respectivas telas, centran una historia compleja donde el amor al arte se contempla entre una y otra época, relacionado con problemas que afectan a las dos mujeres, tanto de carácter personal como los causados por los turbios manejos a que las someten marchantes sin escrúpulos.
La acción, en su vertiente más antigua se sitúa en distintos lugares de Holanda entre 1635 y 1649 y refleja las difíciles vidas de la imaginaria Sara de Vos y de su marido, pintores ambos, agobiados por problemas económicos, por la muerte de su pequeña hija durante un brote de peste y por lo difícil que resulta para una mujer ser admitida en las asociaciones de artistas casi exclusivamente masculinas. La vertiente actual se inicia en Nueva York en 1957, cuando el dueño de un cuadro de Sara de Vos, un rico abogado descendiente de una familia de coleccionistas, descubre que le han robado el original y en su lugar han colocado una copia muy bien hecha. Decidido a descubrir al responsable del fraude, consigue localizar a una joven australiana, Eleanor Shipley, en apariencia una estudiante que realiza su tesis sobre la pintura holandesa del Siglo de Oro, pero que también muestra notable habilidad en el manejo de los pinceles. La relación entre ambos, que se extiende a lo largo de varias décadas, centra esta subtrama y añade al conjunto argumental elementos de intriga y de carácter amoroso. La obra combina amplias explicaciones sobre técnicas pictóricas con descripciones de la vida y costumbres de los holandeses del Siglo de Oro, contrastándolas con el entorno norteamericano y australiano donde se desarrollan otros episodios. Los personajes, salvo las dos protagonistas femeninas, están perfilados con rasgos convencionales y el estilo, directo, coloquial y de expresividad poco matizada, tiende a acentuar esta falta de caracterización individual. La variedad de escenarios y los saltos temporales proporcionan un ritmo ágil al curso de la narración. Sin embargo, también exigen una atenta lectura para no perder el hilo que mantiene unidas a las dos artistas, Sara y Eleanor, a través de una misma vocación pictórica, aunque orientada de muy distinta forma. Una escena de sexo bastante extensa contrasta con el tono aséptico de las restantes páginas.

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