LIDERAZGO

Henry Kissinger tiene noventa y nueve años y llegó a vivir buena parte de los hechos históricos que narra a lo largo de las más de seiscientas páginas que integran este ensayo. Quizá sea uno de los diplomáticos y estrategas más importantes que nos ha legado el siglo XX. Ha ejercido cargos de la mayor responsabilidad en diferentes administraciones norteamericanas. Ganó el Nobel de la Paz. Ha sido historiador de prestigio y auténtico experto en relaciones internacionales, publicando varios libros que han entrado directos a la lista de más vendidos. Ahora escribe un libro donde el subtexto es claro: los valores ligados al liderazgo que han caracterizado a Occidente están en peligro.
Kissinger cree que el remedio pasa por conocer qué hicieron algunos de los más señeros líderes políticos del siglo XX. Tras una introducción donde sienta las bases de lo que considera auténtico liderazgo (tomar decisiones en momentos clave para llevar a las personas donde nunca antes estuvieron), el autor asevera que el liderazgo individual ha sido profundamente importante para el devenir tanto de las potencias mundiales como de países emergentes.
Henry Kissinger dedica cada uno de los capítulos posteriores a un líder político. Empieza el repaso por Adenauer, a quien reconoce madera de líder gracias al triunfo de la estrategia de la humildad. Continúa con el caso del general De Gaulle, en el que destaca su férrea voluntad. Sigue con Nixon, quien obtuvo su fuerza como líder de saber mantenerse en permanente equilibrio. Dedica después algunas páginas a Anwar Sadat, quien triunfó apelando a la trascendencia de la empresa que encaraba. Finalmente, dedica espacio a Lee Kuan Yew, un estratega de la excelencia e, inevitablemente, cierra con la famosa Dama de Hierro, Margaret Thatcher, una firme defensora de las convicciones.
Estudia la evolución del liderazgo, desde una concepción aristocrática a una meritocrática. Será precisamente el abandono de esta, detectado agudamente por Kissinger, lo que ha dado paso a una nueva generación de líderes basados en la imagen y la fruslería intelectual. El escritor lo tiene claro: debemos volver a un modelo de líder que maride la educación con el carácter. Educación estricta y humanista y un carácter basado en la contención de los impulsos propios, la consideración por los derechos de los demás y preocupado por las consecuencias a largo plazo. Hoy en día el culto a la imagen visual y la escasa lectura, con especial ausencia de los clásicos, así como una meritocracia zozobrante, han dado pie a líderes sin liderazgo. Esa es la principal conclusión que destila el pensamiento de Kissinger, que remata con esta frase: “ninguna sociedad puede seguir siendo grande si pierde la fe en sí misma o si se cuestiona sistemáticamente la percepción que tiene de sí misma”.

TROA