LLEGA UN HOMBRE Y DICE

A causa de un tumor cerebral benigno, pero que le causa daños neurológicos serios, el protagonista de esta novela, profesor universitario de Literatura, pierde la memoria parcialmente y sólo recuerda su infancia hasta los doce años. Convertido en un extraño para sí mismo, para su mujer y para sus compañeros de Departamento, se pone en manos de un psiquiatra y éste, cuando ve que su tratamiento no produce muchos resultados, le recomienda acudir a otro, que le somete a un arriesgado experimento.
La obra se centra en la encrucijada psicológica de un hombre que ha perdido sus referencias afectivas y profesionales y no se siente vinculado a nadie ni a nada de cuanto le rodea. Sus intentos por reconstruir un ámbito existencial firme donde sentirse seguro apenas dan resultados, y su mujer acaba alejándose de él. La obra tiene un planteamiento interesante, con rasgos auténticamente dramáticos, pero el nudo y el desenlace no están logrados. La acción, a medida que avanza, pierde fuerza, su curso se hace errático y el lector se va sintiendo defraudado. Quizá haya un propósito simbólico acerca del sinsentido de la vida, la soledad y la desmemoria, pero la autora ha plasmado estas ideas en una novela donde la técnica predomina sobre la creatividad. El desarrollo argumental es consistente y el estilo, de tono intimista, con vocabulario sencillo y construcción gramatical escueta, es de lectura fácil, aunque tienda a cierta rigidez expresiva. Lo que falta es el tratamiento de fondo de las cuestiones planteadas, que no ofrece esperanzas y se resuelve en una posibilidad nihilista: la aceptación resignada de una vida de mínimos espirituales y afectivos.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa