LOS CÍNICOS

Aunque solo sea porque este libro es un clásico, ya merecería la pena. Sin embargo, hay otros aspectos que añaden más interés: no en vano, el filósofo alemán Peter Sloterdijk caracterizó nuestra época como la edad del cinismo. Él intentó, a su modo prolijo, una aventurada “crítica de la razón cínica”. Pero el cinismo es una escuela filosófica de potencia especulativa y práctica, como Bracht y Goulet explica en esta obra convertida, con justicia, en referencia indiscutible sobre esta corriente.
Más allá de Diógenes y sus imposturas, los cínicos ayudaron a revitalizar un pensamiento anclado en lo convencional, en lo políticamente correcto, diríamos hoy. Es en ese sentido en el que hay que entender sus propuestas. Por otro lado, los autores muestran la modernidad de un movimiento que se centraba en la conquista de la autonomía (o mejor, autarquía). En este sentido, no hay duda de que fueron de algún modo los fundadores de una actitud individualista y consideraban que la felicidad se encontraba más en una vida acorde con la naturaleza más sencilla que con los fastos y frivolidades de lo artificial.
Antístenes, Diógenes, Menipo, etc., son algunos de los nombres que figuran por estas páginas en las que se pone de manifiesto la unidad entre todos ellos y las contribuciones y originalidades de cada uno. Asimismo, se destaca la función de crítica social de los cínicos. No hay que olvidar que el ímpetu de los cínicos proviene de Sócrates y que fueron herederos de su filosofía; solo más tarde se les designó en analogía con kyon, “perro” en griego.
A los autores les interesa, especialmente, exponer sus aportaciones y, sobre todo, destacan la actitud cosmopolita de los sabios cínicos. Insiste en el carácter ético del cinismo y en la autenticidad que tenían como ideal moral. Por otro lado, es ilustrativo de la importancia del cinismo el interés que ha suscitado a lo largo de la historia de la filosofía, así como su influencia en autores y corrientes de diversa índole.

TROA