LOS CRÍMENES AZULES

Enrique Lago se estrena en la novela negra con Los crímenes azules que arranca cuando en Oskaloosa, pueblo del condado de Jefferson (Estados Unidos) aparecen en la orilla de un lago, casi simultáneamente, los cadáveres de dos chicas jóvenes con signos de violencia. Ettan Bush, un agente de la Unidad de Análisis de la Conducta del FBI se encarga del caso, joven perspicaz y muy preparado aunque algo inmaduro por no haber asimilado algún trauma anterior. Los hechos recuerdan a los vecinos del lugar un crimen similar ocurrido tiempo atrás y todos piensan que se trata de un asesino en serie. Ettan Bush investiga ayudado de varios colaboradores y recorre el lugar conversando con sus habitantes, la mayoría de ellos con algún secreto a sus espaldas, incluida la relación sentimental con una de las victimas de forma que todos parecen esconder algo. Las pesquisas parecen avanzar pero continúan apareciendo más cadáveres y la presión de los medios de comunicación se hace casi insoportable para Ettan quien investiga en varias direcciones ya que se trata de un caso intrincado con varios posibles asesinos con motivaciones para hacerlo. Será con la pista que le brinde una periodista como encontrará el camino correcto para atinar en el descubrimiento del culpable.
Los crímenes azules es la típica obra de género construida con estilo muy visual y cinematográfico de forma que en ocasiones puede recordar a una serie televisiva. Narrada en primera persona por el agente, un tipo algo inseguro en ocasiones, la novela alcanza un poderoso ritmo y un suspense mantenido hasta el final hasta resultar adictiva. La historia presenta rasgos algo convencionales en el género: el agente del FBI es un auténtico arquetipo con su ego, sus manías e incluso su escarceo amoroso con una colega, el asesino en serie y la sospecha generalizada entre muchos personajes son también elementos muy típicos a lo que se añade un final poco convincente. Pero, a pesar de esto, Enrique Laso logra un relato correcto que atrapa y entretiene al lector.

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