LOS DÍAS DE JESÚS EN LA ESCUELA

J.M. Coetzee continúa en Los días de Jesús en la escuela la historia del niño que protagonizó una de sus anteriores novelas, titulada La infancia de Jesús. El origen del chico, un tanto confuso, el hecho de que sus cuidadores no sean sus padres, que el nombre por el que le llaman, David, no sea el suyo y que todos se dirijan a una nueva ciudad para evitar que las autoridades envíen al pequeño a una institución, marca ya desde el principio el carácter un tanto simbólico y equívoco de la novela. A lo largo de la acción el protagonista, que no puede ir a una escuela para que su presencia en la ciudad no sea detectada, a punto de cumplir siete años asiste a una extraña academia privada de danza. En ese centro se atribuye al baile un significado próximo al pensamiento de la ciencia esotérica de la numerología.
La obra se desarrolla de forma lineal, como si se tratara de una novela realista centrada en dos fugitivos, hombre y mujer, que escapan de un peligro relacionado con el poder. En el barco que les aleja del lugar donde pueden ser perseguidos, encuentran a David, un menor que ha perdido a su madre y no parece tener padre. Ambos deciden ocuparse conjuntamente de protegerle, sin que eso implique ningún tipo de relación física entre ellos. A medida que conviven los tres, David da muestras de un carácter reflexivo y obstinado que le induce a plantear a sus protectores continuas preguntas a veces muy difíciles de responder, impropias de su edad y que incluso llegan a resultar agotadoras. Su adaptación a la vida de la escuela de baile, le lleva a intimar con el conserje de un museo situado junto a la academia, relación que pronto alcanzará una dimensión inesperada y que se convertirá en el eje de una serie de importantes acontecimientos posteriores. Los elementos de forma, ambientación, diálogos, trazado de personajes parecen presentar rasgos convencionales, centrados en la problemática de una pareja de educadores que encuentran dificultades para orientar a un niño muy especial que, además asiste a un centro educativo que no responde en absoluto de lo habitual. Sin embargo, el contenido de fondo resulta tan desconcertante que no es fácil determinar cuál es el sentido alegórico que ha pretendido atribuirle Coetzee. La violación y posterior asesinato de la mujer y ayudante del director de la academia, imprime al argumento un matiz de morbosa intriga que termina de complicar una temática ya por sí misma el bastante confusa en sus planteamientos y desenlace final. La probada habilidad narrativa del autor, premio Nobel de literatura 2003, le permite sostener técnicamente una novela a la que, en cambio, no ha conseguido imprimir un contenido de fondo consistente que resulte accesible al lector. Las elucubraciones cabalísticas sobre la numerología y un sentido transcendentalista de la existencia, cercano al panteísmo budista, producen una sensación de desconcierto que resta coherencia e interés a la trama.

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