LOS INQUILINOS DE MOONBLOOM

El protagonista de esta novela, Norman Moonbloom, es un gris agente de bienes raíces que se ve obligado por su feroz hermano a administrar unos edificios de apartamentos propiedad de éste. Su trabajo es rutinario: cobrar el alquiler semanalmente y escuchar las quejas de los vecinos por las averías. La ruina física de Norman acompaña a la de las casas, pero los habitantes de barrios miserables del Nueva York de los cincuenta, quedan ennoblecidos en su lucha por la vida. Los problemas que tienen son normales, sus miserias y su vida doméstica también, pero todo se narra con honda simpatía y una gran agudeza. La vida de los personajes, siendo vulgar, está descrita con una riqueza de matices y con un sentido del humor que la convierten en algo digno e interesante. La capacidad descriptiva del autor es genial y la personalidad de Moonbloom es una metáfora de lo que percibe en sus inquilinos. El libro expone con realismo la sensualidad de unas mujeres, la huida de la realidad con prostitutas de otro, el acoger al abuelo en una casa estrecha, con misericordia, sin dulcificar y sin envilecer..., y muestra cómo esas miserias morales les hunden más. El final es la muestra de una redención humana: Norman decide ser él mismo y salir de una rutina en la que está incómodo para ayudar materialmente a los demás en lo poco que puede. Su ilusión contagia a los demás y él logra ser feliz. Un final a lo Capra, con un fino sentido del humor.

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