LOS SECRETOS QUE GUARDAMOS

“Entonces creíamos que los libros podían ser armas, que la literatura podía cambiar el curso de la historia”, afirma Teddy Helms, profesor y agente de la CIA, uno de los personajes de esta novela que aborda el proceso de composición y difusión de un libro que provocó un auténtico terremoto durante la Guerra Fría: El doctor Zhivago, de Borís Pasternak.
A través de capítulos alternativos, la novela cuenta, por un lado, la vida en Rusia en la década de los cincuenta, centrándose en dos personajes: el escritor Borís Pasternak, que se encuentra en pleno proceso de redacción de esta novela, y Olga Vsévolodovna, escritora, que fue su amante y agente en los momentos más críticos, cuando Pasternak decide publicar su novela en el extranjero ante la imposibilidad de publicarla en su país; por otro lado, la autora describe el trabajo de un grupo de mecanógrafas de la OSE (Oficina de Servicios Estratégicos), con sede en Washington y dependiente de la CIA. Estas mecanógrafas, además de realizar trabajos burocráticos, también llevan a cabo algunas acciones de espionaje.
Es el caso de Irina, una joven norteamericana de origen ruso que entra a trabajar en la agencia. La novela describe las relaciones con el resto de compañeras y compañeros, de manera muy especial con dos de ellos, con Teddy Helms, con el que está a punto de contraer matrimonio, y con Sally, una experimentada espía que ha colaborado en complicadas misiones.
En relación con el proceso de publicación en el extranjero de El doctor Zhivago, los hechos, ciertamente curiosos, ya han sido extensamente contados en otros libros, como el de Ivan Tolstoi, La novela blanqueada, una extensa investigación sobre los vericuetos que recorrieron diferentes manuscritos hasta su publicación fuera de la URSS; y lo que se cuenta en Senior service. Biografía de un editor, de Carlo Feltrinelli (hay reseña en Troa), sobre la vida de Giangiacomo Feltrinelli, el primer editor de El doctor Zhivago en Italia, quien consiguió uno de los manuscritos a través de Sergio D’Angelo, italiano establecido en esos años en Moscú, quien trabajó para Feltrinelli.
La novela de Lara Prescott se limita a novelar estos hechos. Cuando la acción se sitúa en Rusia, la autora consigue recrear con acierto el clima de opresión que padeció Pasternak y la compleja relación que mantuvo con su amante, clave en esta época y desde cuya perspectiva se narran los hechos. Sin embargo, cuando la acción se traslada a las mecanógrafas y otros espías, no se consigue saber bien qué función desempeña lo narrado en el conjunto de la novela. Si se ciñen al futuro del manuscrito de Pasternak (Irina, por ejemplo, trabaja en la difusión clandestina de la edición en ruso en la Exposición Universal de Bruselas), algunas escenas tienen sentido; pero cuando se dedica a contar la vida íntima y amorosa de estos personajes y su relación entre ellos, la trama pierde mucho interés.
Además, como aclara además la autora en una nota final, su intención ha sido, además de contar las peripecias editoriales de El doctor Zhivago, destacar el trabajo oculto de las mecanógrafas norteamericanas y reivindicar al colectivo LGTBI en las duras circunstancias de la Guerra Fría, ya que dos de las mujeres protagonistas, lesbianas, tienen que ocultar su relación a sus jefes y familiares.
Los secretos que guardamos contiene algunos ingredientes para convertirse en best-seller. Sin embargo, como novela, está descompensada, abunda la moralina y, además, los principales protagonistas tanto en Estados Unidos como en la URSS, carecen de profundidad literaria y son abordados desde una perspectiva muy comercial

TROA