LOS VECINOS

Fedrika Bremer nació en Finlandia en 1801, pero pronto se trasladó junto a su familia a Suecia, país en el que vivió hasta su muerte en 1865. Escritora y activista sueca, fue muy influyente en la sociedad de ese país y especialmente en las causas a favor de las mujeres y contra la esclavitud que vio en sus viajes a Estados Unidos y Cuba, temas que refleja en sus libros. En un entorno familiar afectivamente poco favorable, Bremer supo apoyarse en la escritura para no caer en el desánimo y la tristeza. Sus historias son románticas de la época, focalizadas en mujeres casaderas a las que intenta dar un protagonismo del que hasta entonces carecían.
Los vecinos fue publicada en 1837, novela en la que la joven Fransiska Buren, recién casada con el médico Lars Anders y veinte años mayor que ella, se dispone a contar a su amiga María sus primeras impresiones en su nuevo hogar y sus relaciones vecinales. Para ello le escribirá regularmente cartas en las que dará cuenta detallada de todo. Lo que se propone, en realidad, es contarle la novela de su vida que se promete feliz junto a un hombre bueno al que familiarmente llama Oso por su corpulencia y su aspecto amable y bonachón.
Una de las personas destacables en su vida será la madrastra de su marido, a la que llaman machèremére, una mujer de fuerte carácter de la que Fransiska se propone ganar su afecto. Otros personajes formarán parte de su círculo más cercano que irán fortaleciendo los lazos de amistad y familiares intentando aprender de todos ellos algo bueno, desde la dulce y angelical Serena hasta el atormentado Bruno, hermanastro de su esposo y maldecido por machèremère por un error de juventud.
La historia, magníficamente narrada, con profusión de detalles y descripciones precisas y poéticas de las personas y las cosas, habla con amabilidad de las relaciones cotidianas encaminadas al bien común. Destaca el interés de la autora por mostrar unos personajes no exentos de defectos, pero siempre capaces de bondad, siendo las relaciones de amistad la mejor ayuda para conseguir ser mejor persona. Es interesante cuando concluye que solo el amor es capaz de redimir un alma atormentada.
No idealiza ni suaviza el aspecto físico femenino en ocasiones poco atractivo, sino que se inclina por ensalzar el intelecto y las virtudes que deben adornar, según la autora, a una mujer encaminada al fin bueno de una vida lograda y agradable a Dios.
El sentido del pecado, del arrepentimiento, la restitución, el honor, el amor paterno-materno-filial o la buena relación entre los esposos son temas recurrentes a lo largo de la novela.
Bremer pone en escena unos personajes de la época, con dichos, expresiones y gestos propios de la cultura nórdica. Con frecuencia se vale del sentido del humor y de la crítica para desestimar una educación con exceso de cultura, pero escasa de modales, o por el contrario, de aquella donde la cultura para la mujer se considera perniciosa teniendo que conformarse con un conocimiento superficial de las cosas. Encarnita Herraiz.

Encarnita Herraiz