LOS VIEJOS CREYENTES

En Rusia, se llama “viejos creyentes” a los cristianos ortodoxos que, durante el siglo XVII, se opusieron a las reformas litúrgicas y doctrinales. Al mismo grupo pertenecían los Lykov, una familia que vivía en pleno siglo XX con las creencias, modales y forma de pensar de los viejos cristianos. Peskov explica en este libro cómo se descubrió la choza de los Lykov en la taiga siberiana y el impacto del encuentro entre los cristianos que vivían al albur de la naturaleza y el hombre civilizado.
A finales de la década de los sesenta, y por casualidad, un piloto ruso que sobrevolaba un bosque descubrió atónito una cabaña en medio de lo más agreste y escarpado. Inquietos por su existencia, un grupo de científicos y etnólogos viajaron hasta allí y accedieron a la zona lanzándose en paracaídas. Para su sorpresa, en aquella casa de madera primitiva vivía los Lykov: llevaban viviendo allí desde que en 1932 tuvieron que huir de su Ucrania natal, tras la colectivización forzada de Stalin. Desde entonces, habían dejado de tener contacto con cualquier persona ajena a la familia y desconocían los últimos acontecimientos.
Peskov, periodista, fue enviado para cubrir el viaje. En este libro relata el impactante encuentro entre los científicos y Agafia, la hija más pequeña de la familia. Describe no solo cómo huyó la familia de la persecución y el hambre, su éxito a la hora de construir el hogar, sino las herramientas que empleaban y su forma de vida. Pero lo que más interesa a Peskov no son las raras costumbres de un grupo de creyentes comprometidos con su fe que, según quienes le visitaron, rezaban una media de diez horas al día. Lo que realmente le llama la atención es cómo han logrado sobrevivir en medio de un ambiente gélido e inhumano. O, por decirlo con sus palabras, “los treinta y cinco años de secreto combate cuerpo a cuerpo con la naturaleza para sobrevivir”.
Los utensilios fabricados con madera de abedul, las dificultades para hacer fuego, la muerte y el entierro de los seres queridos, la división de la familia, la construcción de la vivienda, etc., se narran en estas páginas de un modo conmovedor, sobre todo al constatar que la familia de viejos creyentes no había conocido el inicio de la segunda guerra mundial ni se podía imaginar la llegada del hombre a la luna. En efecto, “los sucesos que habían conmovido al mundo aquí eran ignorados”. Se manifiesta, así, la antítesis entre formas de vida, que tiene un indudable interés antropológico.

TROA