MUERTE DE UN SILENCIO

Clémence Boulouque asiste atónita a los atentados del 11 de septiembre de 2001 en Nueva York. Es el detonante para que deshilvane recuerdos y comience a ponerlos por escrito. Se trata de su particular vida junto al terrorismo, que la ha marcado tan profundamente como puede hacerlo el suicidio de su propio padre, el juez francés Gilles Boulouque, en 1990. Clémence tenía entonces 13 años. En Muerte de un silencio, rememora la cotidianidad de la que fue protagonista junto a su padre, su madre y su hermano: eran una familia normal a merced, eso sí, de los reveses judiciales a raíz de los atentados islamistas de París de 1986. Entonces, comenzó el declive acelerado de su padre, asfixiado tanto por el enorme trabajo como por la presión mediática. Terminó del peor modo posible, pegándose un tiro en su propia casa, algo que su hija, en cierto modo, justifica.
Clémence Boulouque no pretende redimir al juez ni describirlo como un héroe ni como un villano, sino dejar constancia del padre que era y del sinfín de detalles vividos junto a él en forma de imágenes, muy de la vida diaria y de la rutina de su familia, tan similar a cualquier otro hogar. Con un estilo poético, lleno de metáforas acertadas que sorprenden al lector, y una trama aparentemente sencilla pero cargada de acción y tensión, esta autobiografía destapa la amargura de la infancia rota por la desgracia e invita a pensar sobre la independencia del poder judicial y el entorno mediático de la sociedad en que vivimos. A lo largo de estas páginas se advierte un tono desesperanzador.

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