MUERTE DE UN VIAJANTE

Drama en prosa ambientado en Nueva York en la época en que se estrenó (1949), con el que su autor (1915-2005), neoyorquino de familia judía, alcanzó fama universal. Su protagonista, un modesto viajante de comercio en plena decadencia física y profesional, lucha por sobrevivir en circunstancias cada vez más difíciles.
Con una técnica que en su momento fue innovadora y que puede describirse como cinematográfica, la obra en sí presenta un tema siempre actual: la lucha del hombre modesto frente a un ambiente hostil, agudizada al plantearse en una sociedad donde la competitividad es muy dura y el éxito económico, de acuerdo con su fondo puritano, es signo de la aprobación divina, por lo que el fracaso tiene algo de reprobable. El protagonista ha de enfrentarse no solo a su propio fracaso sino también al de sus dos hijos, a quienes él, en su adolescencia, "llenó la cabeza de aire caliente como un globo". La figura del viajante, que oscila entre la cruda realidad en que se mueve y los recuerdos y ensoñaciones de lo que pudo ser, resulta verdaderamente patética, y es uno de los personajes que Norteamérica ha dado al teatro universal. La obra es tanto la condena de una sociedad ultracapitalista en la que impera la ley del más fuerte, como una denuncia de la soledad del individuo que ha de luchar, como en una jungla, para sobrevivir. En toda ella no hay la menor alusión a algo, por encima de la dura realidad que rodea a los personajes, en lo que apoyarse ante el desaliento y el fracaso. Por eso el desenlace, con el suicidio del viajante, es casi inevitable.

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