MUJERES DE LA SEDA

En 1919 Pei apenas cuenta con ocho años. Niña inquieta y llena de curiosidad por cuanto le rodea no siente mayores necesidades ante la vida que estar junto a sus padres y su hermana mayor a resguardo en su pequeña casucha al sur de China. Los estanques y las moreras serán el único medio de subsistencia para la familia, pero la inesperada escasez de peces y la predicción de un adivino de que Pei nunca se casará, obligará a su padre a emplearla en una fábrica de seda, lejos de la familia y al cuidado de la dueña de una residencia para jóvenes trabajadoras. Triste y desamparada, sin una explicación clara de por qué ha sido abandonada en aquél lugar, será otra trabajadora llegada allí años atrás, la hermosa Lin, quien la tomará bajo su protección. Entre ellas surgirá una fuerte amistad que irá más allá de una simple relación de compañerismo y que se extenderá a otras jóvenes, que huyendo de un matrimonio no deseado, formarán la hermandad de las mujeres de la seda.
Los personajes femeninos tendrán el protagonismo principal a lo largo de la novela. La relación entre ellos se muestra ambigua, con insinuaciones lésbicas y rechazo al matrimonio, al que casi en todos los casos se presenta como no deseado, forzado, interesado y carente de ternura.
La autora intenta reflejar el ambiente rural del primer tercio del siglo XX en China apoyada en las vivencias de las mujeres. Presentadas como sumisas, sin opinión propia, y siempre subyugadas a los varones, no queda clara la relativa autonomía que da a las mujeres de la seda. La evolución de los personajes aparece irregular en un contexto histórico al que no se logra dar toda la relevancia que se pretende. Pensamiento y acción de las protagonistas no encuadra bien con la realidad que la autora intenta reflejar dando demasiada importancia a los sentimientos.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa