NECRÓPOLIS

El narrador y protagonista es el propio autor, que ha vuelto en una visita turística al campo de concentración de Natzweiler-Struhof. Alejándose un poco del grupo visitante, Pahor recuerda con sumo detalle los cuerpos macilentos, desnutridos, los barracones, las pinzas para arrastrar por el cuello a los cadáveres, la cuchara y los zuecos de madera, el frío de la nieve, la desnudez, la depilación de esos cuerpos cadavéricos, las palizas de los guardas, los viajes de varios días, los hornos crematorios. Una narración minuciosa de un campo que se hace a la vez que una visita turística de la que se muestran algunas frases en francés, alguna descripción de los turistas.
El autor quiere mostrar todo el horror del campo sin paliativos. Habla de los otros, y se refiere alguna vez a sí mismo y a las tareas que le tocó hacer sin mencionar su sufrimiento: lo deja claro con los datos y detalles precisos, abundantes, horripilantes. Describe la capacidad de resistir ante la muerte siempre cercana, la poderosa psicología de algunos individuos, con sus nombres propios. De vez en cuando reflexiona sobre la necesidad de enseñar ahora, en este presente, al mundo lo que fue realmente el holocausto, porque ve imposible que con una visita se pueda hacer entender tanto horror. Y lo hace escribiendo sin puntos y aparte, como en una catarata que avanza narrando, sin capítulos ni títulos ni nada que separe unas cosas de otras.

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