NO SE LO DIGAS A ALFRED

La obra narra las vicisitudes de una lady inglesa cuyo marido, profesor en Oxford, es repentinamente designado embajador de su país en Francia. Desde el momento en que llega a París, la dama debe hacer frente a multitud de problemas domésticos que su secretaria particular más bien contribuye a enredar, y sus cuatro hijos, que ya no viven en casa, aparecen sucesivamente en la embajada, creando más complicaciones que la protagonista trata de neutralizar sin que su marido, lord Alfred, se entere.
Esta novela, fechada en 1960, ofrece una visión irónica de la trastienda de lo que parece un destino envidiable por el lujo y esplendor que le rodea, y refleja el abismo generacional que en la época se abrió entre padres tradicionales e hijos dispuestos a vivir sin convencionalismos, creencias ni metas prefijadas en su errática existencia. Este contenido argumental se articula en torno a la señora embajadora, con una ironía suave y penetrante pero sin llegar al ensañamiento. La flema inglesa que la caracteriza, su tendencia al despiste y el agotamiento que le produce su situación familiar están muy bien transformados en material narrativo y tratados con tintes humorísticos cercanos al esperpento. Es cierto que el argumento revela una época muy diferente de la actual, pero en el trazado de los personajes hay muchos rasgos psicológicos perdurables a través del tiempo, y lo mismo ocurre con la comicidad de las situaciones. Hay mucho de frívolo y trivial en lo que la autora narra, pero su sensato realismo y su habilidad para contarlo se imponen a esta superficialidad y le prestan un peculiar encanto.

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