ONCE MANERAS DE SENTIRSE SOLO

Las once maneras a que alude el título corresponden a otros tantos relatos sobre igual número de personajes de la clase media de los Estados Unidos, tan variados como un huérfano que llega a la escuela, un escritor fracasado, una chica corriente que se va a casar con un hombre corriente..., y que están intensamente solos. Algunos son un tanto patéticos, otros dan lástima; algunos descubren trucos para hacerse fuertes en su vulnerabilidad, otros resultan grotescos y ridículos.
El estilo directo, en el que todo se dice a través de los diálogos, consigue una inmediatez cálida y eficaz al lector, que se olvida de que lee un relato y se adentra en unos personajes que no por ser de otra época y país dejan de ser tan humanos y normales como él mismo. Personajes y ambientes variados, trazados en pocos rasgos, dejan un regusto de la delgada línea que separa la felicidad de lo anodino y desagradable. Hay cierta ligereza que quita dramatismo a unas historias cargadas del patetismo de la rutina insoportable o de la vejez o de la estupidez humana. Sutilmente críticos, muestran el lado menos feliz de la supuesta felicidad norteamericana de una clase social sencilla y desahogada, aparentemente desenvuelta, que bebe, baila con chicas guapas y fáciles y acoge a todos. Unos relatos aparentemente sencillos en su factura, sin artificios, claros y límpidos, y precisamente por eso de gran calidad.

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