ÓPALOS DE FUEGO

Erin Forsyht, hija de una reputada pintora y de un galerista de éxito, rompe en la ceremonia de matrimonio con su prometido al descubrir que éste le había sido infiel en las vísperas de su compromiso. Esta ruptura, que representa un escándalo para la sociedad londinense de los años cincuenta, es el motivo del viaje que la joven protagonista inicia con su tío Cornelius, comerciante de piedras preciosas, a la región del Outback australiano en búsqueda de ópalos destinados a la exportación. Allí, en la ciudad minera de Coober Pedy, conoce a Jonathan, un apuesto y joven minero que se ha convertido en el tutor de la niña Marlee, huérfana de una aborigen y de un rudo hombre de las minas. Jonathan, persona clave en esta novela, representa la bondad y la excelencia de las virtudes humanas en medio de un mundo de instintos primarios, en el que destacan también algunos personajes como es el caso del policía local, Will Spender, o de una arrepentida prostituta, Clementine.
Esta saga polifónica tiene dos ambientes de referencia: Londres y su mundo artístico de los mediados del siglo pasado, y las tierras aborígenes australianas, su naturaleza, su fauna. Pero el centro lo ocupa una pedagogía del amor que se va construyendo desde la admiración. Un amor que sabe esperar, que es capaz de establecer un orden de prioridades y que es fecundo cuando es responsable. La protagonista representa el ideal de la belleza de lo femenino en un entorno hostil degradado de competitividad por la supervivencia. La novela ofrece un dibujo detallado de las costumbres del medio oeste australiano. No cae en los tópicos al uso de la literatura de los géneros de viaje y romántica, aunque no evita los temas complejos de las relaciones dentro y fuera del matrimonio. Es capaz de mantener la atención del lector hacia un final previsible pero bien articulado.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa