RAZÓN, FE Y LA LUCHA POR LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL

Partiendo de las reflexiones de Benedicto XVI sobre fe y razón y de la naturaleza eminentemente racional del Dios cristiano, Samuel Gregg, director académico del Acton Institute, explica las raíces culturales de Occidente. A su juicio es precisamente la integración entre fe y razón, aunadas con el encuentro entre religión judía y filosofía griega auspiciado por el cristianismo, lo que ha hecho tan fértil y superior a la cultura Occidental, así como la causa explicativa de sus logros.
Al revelar la unión entre Dios y logos, el cristianismo pone como base tanto de la fe como de la vida la búsqueda de la verdad. Ello no solo justifica la condición libre del hombre, la igualdad o la dignidad humana, sino que descubre la realidad como una estructura comprensible, abierta y accesible a la inteligencia humana. Desde este punto de vista, los avances científicos y filosóficos que han situado a Occidente a la vanguardia de la historia humana nacen de esos presupuestos intelectuales para los cuales es el amor a la verdad lo que inspira la ciencia y la religión.
No ocurre así en otras religiones. Por ejemplo, la concepción del islam es principalmente voluntarista, de modo que las leyes de la naturaleza resultan insondables para el hombre. Hay, según Gregg, una continuidad entre este último extremo y la ciencia, de modo que solo cuando la fe aparece vinculada a la racionalidad se puede abonar el camino suficientemente para el progreso científico.
Si se aceptan estos fundamentos es fácil seguir la argumentación de Gregg, para quien la principal amenaza a la cultura Occidental procede de los intentos por desvincular razón y fe. En este punto, el ensayo es claramente diagnóstico. Así, el intelectual americano subraya los movimientos o corrientes que cuestionan o destruyen la armonía entre fe y razón, tanto los que proceden del interior como del exterior. Entre los primeros, aparece el positivismo, que reduce la verdad a lo empírico, el sentimentalismo religioso, que rechaza la pretensión de verdad de las creencias, o el relativismo, que elimina la verdad de la esfera pública. Entre los segundos, Gregg se refiere al extremismo yihadista y ofrece un análisis de sus bases intelectuales.
Pero no se queda solo en el diagnóstico ni en el pesimismo, ya que, al escribir el libro, uno de sus principales objetivos ha sido el de ofrecer caminos para superar la crisis en la que se halla Occidente como consecuencia del olvido del vínculo entre fe y razón. Por una parte, cree que es importante que creyentes y no creyentes se alíen para defender los valores occidentales y que busquen los puntos de encuentro entre ellos. Por otro lado, cree que la forma en que tradicionalmente EE. UU. ha entendido la relación entre religión y política puede servir para revertir la tendencia actual.
Gustará a quienes busquen profundizar en la situación intelectual contemporánea.

TROA