SIEGA

Nocturna Ediciones edita la que apunta a ser la primera parte de una nueva saga de Neal Shusterman, escritor especializado en literatura de ficción dirigida a jóvenes, conocido ya por “Desconexión”. En Siega, hace años que el hombre ha superado el problema de la muerte pero eso ha provocado un problema mayor de sobrepoblación. Por esta razón los gobiernos han sido derrocados y sustituidos por la autoridad de La Guadaña, formada por un colectivo de “segadores” encargados de “cribar” (matar) a gente atendiendo a una serie de criterios puramente estadísticos para conservar el equilibrio entre razas, países, edades, sexo, etc… La Guadaña tiene unos protocolos y normas que los segadores deben respetar pero con el paso del tiempo se establece una dicotomía entre la vieja escuela, liderada por los segadores Faraday y Curie, y la moderna cuyo máximo representante es Goddard. La primera conserva escrupulosamente la tradición en la que prima la razón y la compasión hacia las personas cribadas; la segunda en cambio parece disfrutar matando a la gente y lo hace de manera masiva y cruel. Citra y Rowan, dos jóvenes normales, se convertirán sin quererlo en novicios del segador Faraday y a través de su periodo de formación el lector conocerá las peculiaridades de la vida de los segadores. Cada cierto tiempo se celebran cónclaves en los que los aspirantes compiten entre ellos para conseguir el anillo que les elevará a categoría de segador. Los recelos entre la vieja y la nueva escuela provocarán la sorprendente desaparición de Faraday y tanto a Citra como a Rowan se les asignará un nuevo maestro. Mientras Citra recibe las enseñanzas serenas y amables de Curie, Rowan tendrá que lidiar con la banda liderada por Goddard formada por segadores sin escrúpulos con la excepeción del pobre Volta quien vive atormentado por lo que hacen. Pero los novicios no solo han cambiado de segador de referencia sino que las normas también han sido actualizadas por el dumo dalle, el segador Xenócrates, quien ha aprobado que el joven que salga victorioso del proceso esté obligado a cribar a su compañero.
Shusterman hace gala de un gran manejo de la narrativa juvenil de ficción creando un mundo donde se reparte el juego entre el bien y el mal claramente, y se plantea la apuesta clásica que contrapone a los protagonistas a la vez que hace crecer el amor entre ellos mientras van superando las dificultades que se les presentan. Resulta impactante la frialdad, al menos externamente, con que los denominadores segadores acaban con la vida de las personas elegidas para la criba. Presentar la posibilidad de matar a alguien con tanta facilidad puede resultar pernicioso para un lector joven y confiere al libro un trasfondo un tanto materialista. Además, la descripción de las matanzas en masa llevadas a cabo por el segador Goddard pueden resultar un tanto gore, al más puro estilo de algunos videojuegos actuales. Por su parte la relación entre los personajes resulta muy similar a las de otras sagas como Los juegos del hambre o Divergente. Habrá que esperar la segunda parte.

© Reseñas bibliográficas Fundación Troa